Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/6/2011
Lo que está ocurriendo en Euskadi lejos de parecerse al aclamado proceso de paz, se parece más bien a una concentración de poder nacionalista
Desde que las urnas del 22 de mayo dejaran sobre el tablero un escenario político vasco tan desigual por territorios, el PNV no ha dejado de sufrir una presión constante, sobre todo de parte de los socialistas vascos. El partido que dirige el lehendakari Patxi Lopez, que no tiene la llave de la gobernabilidad en ningun de los tres territorios, ha confirmado su apoyo al PP en territorio alavés. Palabra de Rodolfo Ares, que es la que cuenta, por encima de su compañero derrotado, Txarli Prieto, que habrá digerido ya el voto de castigo sufrido, en pleno corazón foral, por su política de apoyo incondicional al partido nacionalista vasco y su obsesión genérica por desmarcarse del partido que está sosteniendo, de momento, el primer gobierno constitucionalista de la historia de Euskadi, que no es otro que el PP. Con este movimiento de pieza en favor del partido de Antonio Basagoiti, los socialistas vascos han querido dar una vuelta de tuerca a la presión dedicada al PNV de Urkullu sobre quien quieren dejar caer toda la responsabilidad en el caso de que Bildu gobierne donde ha resultado ser la fuerza más votada. Hoy el PNV se encuentra ante una decisión que condicionará su propio futuro. Y, probablemente, se produzca en la reunión de su asamblea nacional, menos debate del que los socialistas y los populares quisieran. Porque la presión para que se retrate a favor o en contra de que Bildu gobierne, se está originando en formaciones políticas que tienen sus prejuicios a la hora de imaginar gobiernos locales en manos de la nueva Batasuna, pero que en el PNV no se han detectado ese tipo de reparos, más bien lo contrario, a la hora de permitir que la nueva izquierda abertzale tome el timón de la economía, la política, y las iniciativas más retrógradas si, a cambio, les regalan el voto en el territorio perdido de Alava. Pero en el tablero no hay muchas combinaciones posibles. El PNV podrá optar entre alimentar la espectativa de sus propios competidores o favorecer el acceso al poder de los partidos que se niegan a dar carta blanca a los herederos de Batasuna. Si el partido de Urkullu se inclina por facilitar el camino a Bildu, como hará probablemente, estará impulsando a una fuerza que tiene en su interior el ADN del sabinianismo más puro y los restos del empuje del ex lehendakari Carlos Garaikoetxea. Y facilitará, de este modo, que se haga con el control de un territotio al completo: 58 ayuntamientos, ocho mancomunidades y la Diputación foral. Pero también estará aupando una coalición que tiene en su seno la semilla de la vieja Batasuna, sin que ETA se haya ido por donde vino y sin que ellos hayan acreditado, de forma fehaciente, su conversión a la democracia. Pero seguramente el PNV tendrá muy en cuenta las ventajas que le reportará el regalo de votos que los junteros alaveses de Bildu le van a dar para que su candidato, el nacionalista Xabier Agirre, pueda volver a presidir la Diputación en un territorio en donde ha ganado el PP. Y sobre todo tendrá que estudiar qué moneda de cambio le deberá ofrecer a los dos junteros de Ezker Batúa para que favorezcan esta confirmación del poder en manos de los nacionalistas vascos. Los representantes de la izquierda de Madrazo ya dijeron en su día que no pensaban favorecer gobiernos de la derecha ( refiriéndose a la derecha del PP pero no a la derecha del PNV) así es que de nuevo, si Ezker Batúa no se abstiene, se puede volver a dar la situación “ tan alavesa” de que gobierne quien no ha ganado. A medida que se va acercando la fecha de la constitución de los ayuntamientos, el propio lehendakari ha querido ponerse al frente de la presión sobre el PNV para avisarles que, en su empeño por desbancar a Bildu, o pactos globales, en ayuntamientos y Diputaciones, o nada. Pero quienes están moviendo las piezas con visión global son, precisamente los herederos de Batasuna que, pensando en que el PNV les permita gobernar en Guipuzcoa, les regalará sus votos a los jeltzales en Alava. Ese es un ejemplo de visión global y de intercambio de cromos entre las fuerzas políticas que tienen más margen de maniobra: PNV y Bildu. ¿Que la nueva sigla de Batasuna no tiene “pedigree” democrático? Es una consideración que se debía haber tenido en cuenta antes de legalizarla para que se pudiera presentar a las elecciones. Ahora ya parece algo tarde, no?. Y se entiende mal que Bildu esté madura para presentarse a las elecciones pero no para gobernar. En esa dificultad de comprensión del mensaje con reparos se apoyará el PNV, más preocupado por los planes de la izquierda abertzale con el Ave y las Cajas, por ejemplo, que con su complicidad con la historia de ETA. El lehendakari ya ha establecido su código de comportamiento de alianzas: con Bildu ni a heredar. Sería irresponsable no impedir los gobiernos de la coalición de la izquierda abertzale. Pero su razón llega tarde para unos y no tiene suficiente peso para otros. Lo que está ocurriendo en Euskadi tiene que ver poco con el proceso de paz que algunos destacados dirigentes socialistas quieren seguir darlo por bueno, contradiciendo, de paso, los mensajes del propio lehendakari. Porque si estuviéramos avanzando por ese camino ¿qué problema habría para que Bildu gobernase allí donde ha ganado? Lo que está ocurriendo aquí, después de las últimas elecciones locales, se parece más bien a un proceso de concentración nacionalista. Y ,si no, al tiempo.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 6/6/2011