Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 5/9/12
La puesta en libertad o la continuidad en prisión se supeditan a la lucha antiterrorista
Casi cuarenta presos etarras han sido puestos en libertad por enfermedad grave desde 1996. La mitad de ellos por gobiernos del PP y otros tantos por gobiernos del PSOE. Algunos de los enfermos han fallecido pocos meses después de su excarcelación. El último caso fue el de Miguel María Ibáñez Oteiza, que cumplía condena por complicidad en un asesinato y que murió en su domicilio el 7 de abril del pasado año, apenas tres meses después de haber obtenido la libertad condicional a causa de un cáncer.
La mayor parte de esas excarcelaciones han pasado ante la opinión pública sin pena ni gloria. Hay, sin embargo, algunas excepciones. Las más notorias han sido las de Iñaki de Juana Chaos y la más reciente de Iosu Uribetxeberria Bolinaga. ¿Por qué en estos dos casos ha habido polémica y conflicto social? Es posible que ello sea debido a la personalidad de los dos etarras y a que la gravedad de los delitos en que estuvieron implicados los hacían particularmente despreciables, el símbolo del mal por excelencia. También puede influir el hecho de que los dos terroristas plantearon su exigencia de excarcelación como un chantaje al Estado, con huelgas de hambre, de modo que su puesta en libertad podía ser interpretada como un triunfo de los etarras y no como la aplicación ordinaria de la legalidad. Muchos ciudadanos que aceptan con más o menos resignación una interpretación humanitaria de las normas legales se rebelan cuando consideran que esa interpretación puede dar lugar a un éxito político de ETA.
Las decisiones sobre presos etarras con enfermedades se toman en función de valoraciones políticas, aunque luego se invoquen los resortes humanitarios de las leyes. Eso explica que un De Juana Chaos lograra la libertad (aunque luego tuviera marcha atrás) y dos presos de los Grapo murieran en prisión durante sendas huelgas de hambre. Se evalúa si es más conveniente que un etarra muera en prisión, con los efectos políticos que eso acarrea luego, o que fallezca en su domicilio sin más trascendencia pública. Se sopesa qué ayuda más a la lucha antiterrorista, si la puesta en libertad o el mantenimiento en prisión.
El mundo de ETA y su entorno también hacen sus propios cálculos políticos al defender la excarcelación inmediata de los presos, aunque invoquen principios de humanidad. Lo plantean en términos de pulsos políticos que tienen que ganar al Estado, como una ocasión para activar el apoyo social. Ahora se trata de sacar a Uribetxeberria de la cárcel por la fuerza de las movilizaciones, como primer paso para lograr luego la puesta en libertad de otros enfermos y más tarde de los que han cumplido las tres cuartas partes de condena, que, según su particular forma de contar las penas, también deberían estar en la calle. No les resulta tan importante alcanzar la libertad de un preso como poder alegar que ha sido conseguida por la fuerza desarrollada en la calle.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 5/9/12