ABC 20/06/16
IGNACIO CAMACHO
· Con 90 escaños, Iglesias puede proponer a Sánchez una presidencia-títere o un candidato independiente de izquierdas
DESDE que comenzó el ciclo electoral, la derecha española lleva viviendo de autosugestiones esperanzadas que no se cumplen porque carecen de una base realista y porque están basadas en un simple desconocimiento de la realidad política. La primera o más antigua de estas creencias voluntaristas fue la de que Podemos no crecería mucho más allá de la marginalidad: sobran los comentarios. La segunda consistió en el automatismo mental de pensar que PP y Ciudadanos eran dos formas de votar lo mismo porque ambos iban a pactar un Gobierno moderado. Esta idea tiene tanta fuerza que aún prevalece a despecho de las evidencias de la pasada y breve legislatura. Tampoco se está cumpliendo, al menos en proporción significativa, el cálculo de que los votos liberales escapados hacia C’s volverán al partido-alfa en la repetición electoral; basta echar un vistazo en las encuestas. Y algo parecido sucede con la cuarta fantasía autoconfortante, que no es otra que la llamada «gran coalición» con el PSOE: un bucle melancólico alimentado en primer lugar por el propio Rajoy, y que responde a una cándida y elemental ignorancia del pensamiento de la izquierda. Así, de fiasco en fiasco, el centro-derecha español avanza dividido hacia la hecatombe con una gran sonrisa alentadora.
El más reciente de estos erróneos convencimientos, y quizá el más destructivo, es el de que el Partido Socialista jamás apoyará la investidura de Pablo Iglesias. Este al menos tiene una base real que es la resistencia de buena parte de la nomenclatura del PSOE, pero también va camino de disiparse en el limbo de los dogmas falsos. No sólo por la actitud proclive de un Pedro Sánchez que al fin y al cabo puede quedar apartado tras su previsible descalabro, sino porque Podemos –sí, esa extravagante organización que se iba a desfondar– avanza hacia un resultado tan contundente que parece capaz de arrastrar a la socialdemocracia a sumarse a un relevo de poder cualquiera que sea su liderazgo. Si la coalición morada capitaliza el voto útil hasta aproximarse al centenar de escaños y el bloque de izquierdas alcanza mayoría conjunta, será prácticamente imposible que los socialistas aguanten la presión social del cambio. Entre otras cosas porque entre sus votantes y los de los populistas existe una especie de alianza moral cimentada en el ánimo común de desalojar al PP.
Pero es que, además, Iglesias acaricia el golpe de efecto de una jugada envolvente si las cuentas le cuadran. Consciente de las reticencias que despierta su candidatura, podría brindar a Sánchez una presidencia-títere o proponer a un independiente como candidato de mutuo consenso. Una oferta que triture al PSOE en un feroz debate interno, letal tanto si la acepta como si no. Y que en todo caso coloque al marianismo ante la última de sus presunciones fallidas: la de beneficiarse indirectamente del éxito de su peor adversario.