JOSÉ MARÍA MARCO-LA RAZÓN
- No vendría mal colocar en el centro de la conciencia pública las amenazas a las que nos enfrentamos y las virtudes cívicas que requiere la defensa de nuestros países.
Es cierto que en el caso de la guerra de Ucrania, la irresponsabilidad de Sánchez no supera la de los socios europeos y, en general occidentales, de nuestro país. Parece que Zelenski albergaba otras esperanzas (al menos es mejor pensarlo así, de momento), pero no resultaba difícil prever que, llegada la invasión de Ucrania, la OTAN no intervendría en el territorio atacado. A nadie se le escapan los motivos, entre los cuales no es el menor evitar una guerra mundial, sin metáforas de ninguna clase, entre Rusia y los países occidentales. En el caso de Sánchez, la larga reticencia a cualquier compromiso se ve compensada por una intensificación de la retórica entre humanitaria y compasiva –con algún toque geoestratégico– que, como siempre, suena a falsa: no son los 23 millones de euros los que van a decidir la lucha de un pueblo «indefenso» contra «una potencia nuclear», por mucho que los ucranianos que se enfrentan a los invasores lo agradecerán, aunque sea con un rictus un poco amargo.
La retórica, sin embargo, tiene en este caso una especial importancia. La guerra de Ucrania enfrenta a los países de la Unión Europea a una realidad que se han negado a ver durante mucho tiempo. En cuanto a la energía, claro está, pero también en cuanto a su capacidad para defenderse. La guerra puede acabar con un avance del prestigio y la influencia de Occidente por la incapacidad de Rusia para ganarla. O bien puede llevar a un redoblado descrédito del bloque occidental, que volverá a parecer débil e inconsistente –y frívolo– a pesar de su prosperidad y su fabuloso nivel de vida. En cualquiera de los dos casos, será necesario no ya un aumento del presupuesto de Defensa, sino también un cambio en la mentalidad y la cultura. Entre otras cosas, es la retórica la que habrá de variar, y sin necesidad de elevarnos a nuevas cuotas de marcialidad épica, no vendría mal colocar en el centro de la conciencia pública las amenazas a las que nos enfrentamos y las virtudes cívicas que requiere la defensa de nuestros países.