Santiago González-El Mundo
Es muy probable que el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, esté aún en el papel que representa cada año por Carnavales sin que nadie se lo haya pedido. Este año se ha disfrazado de Bruce Springsteen, el año pasado de Indiana Jones y en 2016 de atleta olímpico vasco. En esto se nota que Ortuzar es hombre dado a alimentar sus fantasías, pero no se entiende que no admita en sus congéneres aficiones como las que él mismo practica.
Un suponer, por qué Ortuzar critica tanto que a Albert Rivera le guste disfrazarse de Macron. Es verdad que el presidente de la República francesa es un Rivera francamente mejorado. No es lo mismo cumplir los 30 en La Caixa que en la Banca Rothschild, donde se hizo rico en cuatro años, para ser ministro de Economía a los 36 y presidente de la República antes de cumplir los 40. Solo la humorada carnavalesca puede admitir a Ortuzar como Springsteen, Indiana Jones o atleta olímpico.
No se ve, en consecuencia, la razón de que le parezca tan mal que Albert Rivera tenga por modelo al presidente francés. Y que lo haya descalificado con argumentos improcedentes y semejanzas majaderas: «Quiere ser el señor Macron y está haciendo la política de Berlusconi. Más que Macron, es Berlusconi».
Mariano Rajoy tiene una urgencia presupuestaria y un problema de alianzas que no se le resuelve por ninguna parte. No por la parte de Pedro Sánchez, que ha vuelto a atrincherarse en el no. Tampoco por la del PNV, que ya se había cobrado el precio con el Cupo, antes de darse cuenta de que no pueden aprobarle los Presupuestos a un Gobierno que ha puesto en funcionamiento el artículo 155. Pero con el PNV siempre pasa lo mismo: no hay manera de saber en cuánto se te va a poner finalmente el acuerdo, aunque ya sabes que va a salirte caro.
Antes, cuando la política normal, la aprobación de los presupuestos era el asunto más importante que se ventilaba cada año en el Congreso. Ahora ya no. Cristóbal Montoro tiene un plan consistente en relativizar la necesidad de presupuestos para gobernar. El plan del ministro consiste en prorrogar las cuentas públicas por segundo año consecutivo, troceando el presupuesto y aprobarlo por la vía del decreto. Algo parecido le pasó a Ibarretxe durante el esplendor de su famoso plan. Los sometía a votación partida por partida, artículo por artículo y la cámara iba aprobando, con los votos del PNV y de Euskal Herritarrok lo que querían estos últimos. Luego, a partir de 2004, el PSE le aprobó por sistema las cuentas a Ibarretxe hasta que estuvo en condición de sustituirlo en 2009.
Algunas almas candorosas proponen que los socialistas presten al PP los votos necesarios para que no tengan que depender del PNV. Por otra parte, Ciudadanos, partido que en ocasiones ha mostrado un cierto sentido de Estado va con su vela mayor henchida por el viento de la encuesta y no parece probable que vaya a atender a otras razones. ¿Recuerdan el 155? Después de negarlo tres veces, Rivera lo aceptó con la condición de celebrar inmediatamente las elecciones, uno de los dos grandes errores; el otro fue no tocar la radiotelevisión de las mil colinas. Es verdad que ganaron el 21-D, pero en la práctica parece que hayan ganado los golpistas.