Gabriel Sanz-Vozpópuli
Cuando Pedro Sánchez insiste que asistimos a una legislatura «larga y estable» está expresando más un deseo que una realidad porque, sin cuentas públicas, eso no está garantizado ni mucho menos
España no solo puede, debe disponer de unos Presupuestos generales del Estado 2021 en tiempo y forma, esto es, a 31 de diciembre de 2020, que sustituyan a los aprobados por el Gobierno de Mariano Rajoy hace ya dos años (¡¡¡). Si queremos que la UE nos tome en serio como país y los proyectos de economía verde y digital que vamos a enviar a Bruselas para ser financiados por los tan ansiados 140.000 millones de euros, insisto, cuando estamos viendo cómo entre enero y junio salió del país la friolera de 48.000 millones, España no solo puede, debe dar imagen de país solvente. Y eso pasa por respetar todo, sobre todo los plazos.
Fíjense que renuncio a pedir una España políticamente estable -muchos otros países europeos tampoco lo son y ahí siguen liderando-, me conformo con que sea solvente. Ese es el objetivo, no que Pedro Sánchez siga en La Moncloa o que Pablo Casado le sustituya. Parece de una lógica aplastante, ¿verdad? Pues no lo es ni de lejos debido a una debilidad que ambos se empeñan en ocultar.
Porque, por más que el presidente del Gobierno se arrope de cientos de empresarios para aparentar fortaleza y repetir como un mantra en el inicio de curso que ésta será una legislatura «larga y estable», sabe que es hoy más un deseo que una realidad; o saca adelante sus primeros presupuestos en dos años o tendrá que convocar elecciones. Así de simple y así de duro.
La moción de censura de Vox es ‘pólvora mojada’ pero crea a Casado un problema de primera magnitud entre el votante del PP más ‘cafetero’ y le dificulta sobremanera apuntalar cualquier operación de Estado
Su rival Casado, también lo sabe, pero las urnas fueron caprichosas el 10 de noviembre pasado y no solo no dieron al PP números como para presentar una moción de censura victoriosa sino que entregaron esa facultad también a Vox, que le ha adelantado por la derecha anunciando una este otoño; pólvora mojada, sí, pero muy dañina para un líder popular al cual crea un problema de primera magnitud con su electorado más cafetero contra la izquierda y le dificulta sobremanera sumarse a cualquier operación de Estado.
Llegados a este punto, ¿cómo salimos de esta? Pues cediendo, como se hizo antes y se hará siempre, sin llegar a ese desmesurado, a mi juicio, gobierno de concentración que le costó la cabeza a Cayetana Álvarez de Toledo: Sánchez cediendo en su negativa a disolver las Cortes en primavera si con eso España se garantiza lo prioritario, estabilizar al enfermo que es hoy nuestro país, y Casado apoyando la vuelta a una estabilidad que no pasa solo por lo económico -cierto, ahí está la muy preocupante crisis de la Corona- pero que necesita de esa recuperación del bolsillo de los españoles como punto de partida.
Fuera de eso todo es prolongar la agonía de un país que, no lo olvidemos, va a dejar de ingresar este año 150.000 millones en su Producto Interior Bruto (PIB) al tiempo que ve cómo ascienden sus necesidades de financiación en los mercados a 250.000 millones/año, mínimo, para sufragar la ingente cantidad que detraen los millones de ERTE puestos en marcha, las pensiones, la Sanidad, la Educación, y añadan ahí lo que quieran. Un dinero que seguirá viniendo al bajo precio de ahora mismo si se percibe solvencia.
Todo lo que no sea eso, inyectar solvencia a España, paradójicamente nos abocará a acabar en el escenario que tanto teme el presidente: votando en otras elecciones en primavera, el escenario que tanto teme, no vayan los españoles a pasarle factura por la gestión de la pandemia.
Pero la mayoría de investidura que le permite seguir en La Moncloa desde enero ya no existe; el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y su mentor huido en Waterloo, Carles Puigdemont, van a jugar con la fecha de los comicios catalanes tanto como puedan desestabilizarle a él y a la política española. Y Europa no va a aceptar tan fácilmente que la cuarta economía del euro retrase sus cuentas por razón del calendario político catalán, ese que tanto nos entretiene a políticos y periodistas patrios.
Sánchez ya no tiene mayoría porque ERC intenta no ser el ‘pagafantas’ que pierde todas las elecciones catalanas y porque intentar que Iglesias y Arrimadas aprueben las mismas cuentas es cuadrar el círculo
Más le valdría al presidente del Gobierno dejar de aparentar una fortaleza que no tiene, menos desde que su socio principal, Podemos, amenaza con dejarle solo si se acerca a Ciudadanos, y reconocer que la mayoría con que el PSOE forjó su investidura en enero ya no existe; no existe ni en el ámbito político -a ERC ya solo le importa no ser el pagafantas que gana todas las encuestas y pierde todas las elecciones a la Generalitat- ni en clave económica, porque intentar que Pablo Iglesias e Inés Arrimadas aprueben las mismas cuentas es cuadrar el círculo.
Puede que a Arrimadas le interese alejarse del PP para recuperar parte del espacio perdido, pero no al precio de confundirse con un partido morado que es tan recalcitrante en su NO a la entente como Pablo Casado en el suyo a que las cuentas públicas de un gobierno «de Podemos» salgan con el respaldo del PP. La solución, probablemente, esté en el punto intermedio: presupuestos… y después elecciones.
En primavera. Firmado y por escrito; como quieran. Pero urge salir de este impasse económico, dar confianza a los españoles en un momento de retraimiento del consumo como nunca, y a los inversores; a los institucionales -la UE con sus 140.000 millones y el BCE con su respaldo a la compra de deuda pública- y a los privados, para que vuelvan a confiar en nuestro país.