ABC 04/01/17
IGNACIO CAMACHO
· Como en la célebre escena de «Pretty woman», Díaz quiere que le hagan mucho la pelota. Si no la aclaman, que la reclamen
SUSANA Díaz está decidida, pero sigue sin ver el momento. El asalto a la dirección del PSOE le está creando unas dudas que nunca tuvo en su fulgurante carrera, caracterizada por una determinación expeditiva para lanzarse sobre sus objetivos políticos. La razón evidente de sus vacilaciones es que este empeño genera mucha mayor resistencia que los anteriores, limitados a un ámbito andaluz en el que siempre tuvo la pista despejada. Fuera de su territorio la presidenta andaluza no pisa con la misma seguridad y sabe que ha de medir los pasos de sus aspiraciones. Madrid es una plaza difícil donde te reciben a almohadillazos y no perdonan los errores.
Su estrategia sigue siendo la de la aclamación. Como mal menor admitirá que la reclamen aunque no la aclamen, y si es posible que la proclamen. Para sacudirse la antipática aureola de ambición (DRAE: «Deseo ardiente de conseguir algo, especialmente poder, riqueza, dignidades o fama») necesita que su candidatura parezca surgida de una petición de los barones del partido. Como en la célebre escena de la tienda de «Pretty woman», quiere que le hagan mucho la pelota: que los dirigentes más significados la enaltezcan y la señalen como la solución adecuada en el momento preciso. Que su proyecto pierda el fastidioso marchamo de anhelo personal para convertirse en fruto aparente de un compromiso colectivo.
Le va a costar porque, aunque tiene de su lado a las principales federaciones territoriales, el ambiente interno dista mucho de ser unánime. Si surge un candidato alternativo, Sánchez u otro, la confrontación le supondrá un fuerte desgaste. Los tardosanchistas –hay gente pa tó– están tratando de crearle problemas para agrandar la sensación de rechazo y provocar al menos la aparición de una tercera vía. Su última iniciativa es la de crear una fantasmal oficina de afiliación que en la práctica supone un intento de infiltrar las bases con nuevos militantes de procedencia radical y/o podemita; ya ocurrió durante el mandato del ex secretario general y la gestora tendrá que depurar el censo si quiere unas primarias con garantías. Pero sobre todo lo que pretenden es suscitar un estado de desconfianza y disidencia que embarre el campo y achique las pretensiones arrolladoras de Díaz.
La interesada –que lo está, y mucho, y ya no lo oculta más que desde una cierta formalidad institucional– va a jugar con los plazos al trantrán, según el estilo de Rajoy. Por más que se la espera en enero, es probable que apure un poco más la fase de enfriamiento. Está buscando un proceso de decantación en el que resulta fundamental madurar los tiempos. Es curioso cómo el éxito táctico del marianismo ha comenzado a estimular efectos miméticos. Ahora nadie quiere precipitarse ni mostrar sus bazas; está de moda esperar. Los especialistas en carreras de fondo nunca tienen prisa por colocarse los primeros.