IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Sinceramente no me han sorprendido los resultados de la encuesta realizada por el CIS que trata de averiguar la opinion de los ciudadanos sobre la fiscalidad. Además de no sorprenderme, le confesaré que tampoco me ha interesado demasiado. ¿Por qué? Desde luego no porque la considere una materia irrelevante. Todo lo contrario, me parece tan importante que pienso que necesita mucha más información previa y más reflexión propia antes de contestar y, como eso no existe, me da la impresión de que las respuestas obtenidas van ‘al bulto’. No me riña, es solo mi impresión. Por eso creo que no era necesario gastar mucho dinero público para saber que la mayoría creemos que pagamos muchos impuestos, que recibimos pocos servicios a cambio, que existe mucha economía sumergida y que las subidas de impuestos deberían apoyarse en los impuestos directos, en lugar de en los indirectos.

Por supuesto que lo que pagamos está siempre en relación con lo que recibimos. Pero, precisamente por eso, para responder con acierto, necesitaríamos realizar análisis previos de los costes/beneficios de toda la acción pública. Y como eso no existe, las respuestas se basan en apreciaciones personales, más que en datos objetivos. Por ejemplo, estamos razonablemente contentos con la asistencia sanitaria. No me extraña, porque es muy buena. ¿Pero sabe alguien, cuando sale de una intervención quirúrgica o de una exploración médica compleja, cuánto ha costado la atención recibida? Me dirá, con razón, que gastamos menos en sanidad que otros países de nuestro entorno, pero me temo que esa favorable comparación está basada en la escasa remuneración de los profesionales y no en una gestión eficiente de los recursos.

Luego está el reparto del esfuerzo. Todos pensamos que deberían freír a impuestos a todos aquellos que ingresen un euro más que nosotros, mientras que deberían aflojar la presión desde nuestro nivel hacia abajo. Y siempre gustan más las subidas de los impuestos directos que la de los indirectos, pues pensamos, no siempre con razón, que los primeros recaen sobre los ricos y los segundos sobre todos de manera indiscriminada. Evitamos poner en relación la presión fiscal con la necesidad de obtener ingresos y con los incentivos/desincentivos a la actividad económica que los proporcionan.

Por último, echo en falta algunas preguntas sobre el déficit público (diferencia entre ingresos y gastos) y sobre el volumen de deuda que se acumula porque los primeros no alcanzan a cubrir el tamaño de los segundos. Siempre he pensado que eso no le importa a nadie, pero me hubiese gustado comprobarlo… Manías que tiene uno.