Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Esto tiene pinta de ser el primer episodio de una guerra brutal y despiadada. Menos mal que tiene solo un carácter comercial e industrial y que enfrenta a contendientes poderosos que provocan cualquier sentimiento menos el de pena y conmiseración. El detonante ha sido la brusca aparición en la escena tecnológica de un nuevo gigante mundial, esta vez chino, que se llama DeepSeek y que acaba de enseñar su patita en el gigantesco mercado de la inteligencia artificial con una aplicación de descarga gratuita y código abierto.
Lo primero que hay que decir es que la mayoría de los amenazados forman parte de la corte tecnológica que sostiene y adorna al presidente Trump. La llamada «tecnocasta». Bien poco le ha durado el disfrute y la tranquilidad en su ascenso al poder. Si Colombia se le rindió a las primeras de cambio a la severidad de su política de inmigración, la aparición de los chinos le ha provocado un susto a Wall Street que se evalúa en muchos miles de millones de dólares. Los futuros del índice tecnológico Nasdaq perdían un 4,5% y las empresas más afectadas como Nvidia y ASML se desplomaban más del 10% apabulladas por la acumulación de las órdenes de venta.
Esto tiene pinta de ser el primer episodio de una guerra brutal y despiadada
El motivo de la debacle se encuentra en que la oferta china es más simple y de manejo más sencillo, además de exigir un menor consumo de energía y en consecuencia ser de utilización, implantación y desarrollo más baratos. Aunque las noticias y los datos conocidos son bastante confusos, algunos son impresionantes. Mientras que la empresa china asegura que solo ha utilizado unos pocos chips de Nvidia y unos escasos millones de dólares para entrenar el modelo, las grandes corporaciones americanas habrían dedicado al desarrollo de sus productos 224.000 millones solo el año pasado.
Ya de paso, Trump recibe una dolorosa y cara lección comercial. Las medidas de protección adoptadas como defensa de la agresividad tecnológica china ha forzado al gigante asiático a desarrollar con rapidez sus propios productos que, por ahora, han provocado un auténtico cataclismo en las Bolsas. Todavía es muy pronto y resulta temerario adelantar el resultado final del envite, pero ya vemos que las medidas de defensa comercial artificiales, que no estén basadas en la competitividad de las empresas concernidas provocan fuertes distorsiones en los mercados que se sabe cómo se inician pero hay que temer por cómo terminan.