Editorial-El Español

La victoria de Zohran Mamdani en las elecciones a la alcaldía de Nueva York de este martes 4 de noviembre, el primer traspié realmente serio de la segunda presidencia de Donald Trump, ha abierto un debate en el Partido Demócrata que definirá su rumbo durante décadas.

A un lado de la grieta se sitúa Gavin Newsom, gobernador de California y favorito del establishment.

Al otro, el joven alcalde electo neoyorquino, abanderado del «socialismo democrático».

Entre ambos se juega el alma del partido y, quizá, el futuro de Estados Unidos.

Newsom encarna el pragmatismo político tradicional. A sus 58 años, representa la síntesis entre valores progresistas y gestión moderada. Su trayectoria como empresario antes de entrar en política moldeó una visión pro negocios que ha mantenido durante su presidencia, buscando sistemáticamente suavizar el impacto de la legislación progresista sobre las empresas.

Newsom es el demócrata pulido, profesional y calculador que sabe trabajar dentro del sistema.

Su victoria con la Proposición 50 (que otorgará a los demócratas hasta cinco escaños adicionales en el Congreso) lo ha catapultado como el favorito para la nominación presidencial de 2028, sólo por detrás de Kamala Harris. Newsom ofrece experiencia ejecutiva, reconocimiento nacional y la promesa de restaurar cierto orden tras el caos de la era Trump.

Mamdani, por el contrario, representa la ruptura. Con 34 años, este inmigrante ugandés musulmán se ha convertido en el primer alcalde socialista de Nueva York en más de tres décadas.

Su agenda (congelación de alquileres, guarderías gratuitas universales, transporte público sin coste, salario mínimo de 30 dólares) supone una redistribución de la riqueza sin precedentes en la ciudad más cara de Estados Unidos.

Financiada mediante impuestos sustanciales a empresas y ricos, su propuesta cuestiona los fundamentos del capitalismo tal y como lo entiende Wall Street.

El contraste entre ambos no es sólo ideológico, sino generacional y estilístico.

Newsom trabaja con el establishment. Mamdani movilizó un ejército de más de 100.000 voluntarios de la base progresista.

Newsom tranquiliza a los mercados. Mamdani aterroriza a los inversores.

Newsom habla el lenguaje de los acuerdos. Mamdani, el de la transformación.

La cuestión central es cuál de estos modelos puede derrotar al trumpismo, que ha sufrido este martes una dolorosa derrota que tendrá graves consecuencias para el Partido Republicano en la política interna.

Newsom argumentaría que sólo un candidato centrista puede recuperar a votantes de clase trabajadora en estados indecisos como Pensilvania, Wisconsin o Michigan. Su perfil moderado podría atraer a independientes y republicanos desencantados.

Además, su experiencia gobernando el estado más poblado de la Unión, el de California, le otorga credenciales de gestor competente frente al caos trumpista.

Mamdani (quien no puede competir constitucionalmente por la presidencia al no haber nacido en Estados Unidos) representa una visión alternativa que podría encarnar Alexandria Ocasio-Cortez o futuros candidatos de su perfil.

Este sector argumenta que el centrismo demócrata ha fracasado sistemáticamente en conectar con las preocupaciones económicas de los estadounidenses. Sólo un populismo económico de izquierda audaz, sostienen, puede movilizar a jóvenes, minorías y trabajadores que se sienten abandonados.

Los riesgos de cada camino son evidentes. Newsom carga con la marca de California y podría ser percibido como otro político del establishment en un momento antiestablishmentSu estilo pulido podría resultar insuficiente para energizar una base que anhela cambio radical.

Mamdani y su ala radical, por el contrario, podrían asustar a moderados y regalar munición a republicanos ansiosos por etiquetar al partido como «socialista radical».

La decisión que tome el Partido Demócrata en 2028 será definitiva. Si apuesta por Newsom, reconocerá que el poder se gana desde el centro y que la transformación debe ser gradual.

Si abraza el modelo Mamdani (aunque encarnado en otros candidatos), apostará por que sólo la audacia económica puede romper el dominio republicano entre la clase trabajadora.

Nueva York será el laboratorio. Si Mamdani triunfa como alcalde, validará el populismo progresista. Si fracasa, el establishment dirá: «Os lo advertimos».

Entre tanto, Newsom aguarda. Y el partido, dividido, busca respuestas en dos visiones irreconciliables, e incompatibles, de Estados Unidos.