El escritor Fernando Aramburu, donostiarra afincado en Alemania, ha hecho esta misma semana su diagnóstico de la situación política en el País Vasco «con los ojos de un señor desconfiado». Al ser cuestionado por el contexto actual sin violencia, respondió así: «Nunca he visto un caimán vegetariano. Son animales que comen carne y hoy en día han decidido comer vainas y acelgas democráticas».
Se refería a la coalición abertzale Bildu y a la aparente normalidad que se extiende en Euskadi. Es la primera vez que la violencia callejera no se incrusta en los titulares de una campaña electoral. La policía vasca y la Subdelegación del Gobierno en esa comunidad no han anotado un solo episodio de kale borroka. Los grandes partidos políticos, algo inédito, casi no han sufrido ningún ataque a sedes o visto perturbados sus mítines. Ha pasado desapercibido para la mayoría que el rostro del candidato del PP de Zarautz (Guipúzcoa) apareciera la semana pasada en el centro de una diana, la misma simbología que utilizaron los violentos en marzo pasado con el concejal popular de Portugalete (Vizcaya).
La ausencia de kale borroka se acomoda «al compás de los tiempos», asegura Martín Garitano, cabeza visible de Bildu y candidato de esta marca en Guipúzcoa. Cree que «no sería lógico que 40 tíos se dediquen a hacer la guerra por su cuenta precisamente cuanto ETA está en tregua». La placidez electoral se hace incluso más visible en los feudos controlados por Batasuna, como Oiartzun o Hernani, dos focos donde se ha excitado la agresividad callejera durante muchos años y que ahora comulgan con la calma forzosa.
En Oiartzun, municipio próximo a San Sebastián y gobernado por ANV, no hay cartelería proetarra, ni pintadas amenazantes. Hace dos años, cuando se celebraban las elecciones autonómicas, de la fachada consistorial colgaban las fotos de terroristas encarcelados y en las paredes se leían vivas a la lucha armada. Nada de eso queda ahora en este pueblo. El pasado miércoles, Garitano celebró una rueda de prensa para hablar del euskera frente a la casa consistorial, que se encontraba inmaculada. Si no hay conflictividad callejera es porque «se ha abierto un nuevo ciclo político en Euskadi», que Garitano atribuye a la irrupción de Bildu en el panorama electoral. «Lo contrario me extrañaría», añade en referencia a la ausencia de kale borroka.
La llegada de los socialistas al Gobierno vasco, con su política de «tolerancia cero» con las expresiones violentas, ha tenido un efecto determinante en la reducción de los ataques radicales y la práctica desaparición de pintadas y pancartas proetarras. Miguel Buen, candidato del PSE en Guipúzcoa, considera que la tranquilidad con que discurre la campaña es «sospechosa». «Vivimos en el disimulo permanente», sentencia.
«La izquierda abertzale sabe que está a prueba y que cualquier movimiento en falso puede enterrar sus aspiraciones de participar en la política», asegura un dirigente socialista. Hay quienes opinan que a los jóvenes radicales les ha llegado la consigna de que hay que acabar con la kale borroka porque «la decisión de poner fin a la locura de la violencia es irreversible».
«Yo veo caras que ahora dan lecciones de democracia y hace unos años postulaban la socialización del sufrimiento», dice Aramburu. Reconoce que la situación «es mejor» que cuando leía en el periódico uno o dos muertos por semana. Ahora bien, apostilla, «la paz no es solamente dejar de matar, aunque puede ser un buen comienzo. La paz para mí es convivir, salir a la calle sin temores».
EL PAÍS, 21/5/2011