Santiago González, EL MUNDO, 4/5/12
Ayer se encendió una luz en las tinieblas que transitaba el ministro del Interior a propósito del programa con el que el Gobierno pretende sustituir la fallida vía Nanclares. Uno, con esa tendencia a la simplicidad o a la simpleza que es consustancial a la práctica del oficio, lo habría bautizado como vía Nanclares II, pero las instituciones tienden de su buen natural a la perífrasis y lo bautizaron como «Programa para el desarrollo de la política penitenciaria de reinserción individual en el marco de la ley».
Hay que ser prudentes. Para que un penado aspire a la reinserción, es más relevante la falta de expectativas que prometerle acercamiento por desvinculación, para ligar los beneficios penitenciarios al perdón de sus víctimas. Para un miembro de ETA que lo deja puede ser más duro volver a su pueblo y enfrentarse al rechazo de su cuadrilla, que esperar a la amnistía que le prometen sin mucho fundamento sus colegas. Mario Onaindía contaba en Carta sobre los perjuicios que acarrean los prejuicios nacionalistas que al poco tiempo de salir de la cárcel con la amnistía, un día se le acercó un conocido de su pueblo, Eibar, y le dijo: «Para mí, saliendo de la cárcel habéis dejado de ser vascos. Es más, si yo fuera militante de ETA, os pegaba un tiro».
Es el caso que ayer se juzgaba en la Audiencia Nacional al recluso Txus Martín Hernando, un interno de Nanclares acercado hasta la cárcel alavesa por su estado de salud y para el que la izquierda abertzale pide la excarcelación por este motivo. Estaba acusado de la colocación de un artefacto en un comercio de Lejona hace 19 años. Otro recluso de Nanclares, acogido a la vía que lleva su nombre, Koldo Martín Carmona, ha acusado del hecho a su compañero. Como las desgracias nunca vienen solas, en la misma mañana de ayer se ha notificado a Martín Hernando una condena de 36 años de reclusión por participar en el asesinato del sargento mayor de la Ertzaintza, Joseba Goikoetxea Asla, tiroteado en Bilbao el 22 de noviembre de 1993, en presencia de su hijo adolescente, a quien llevaba en coche al colegio. Se da la circunstancia de que el denunciante, Martín Carmona, había sido condenado por el mismo asesinato hace quince años.
El caso está cargado de significantes para el PNV. Goikoetxea era un cualificado militante y su asesinato dio lugar a la liturgia del pebetero fúnebre que se mantuvo varios días en el espacio público vasco. No era el primer ertzaina asesinado. En marzo de 1985, ETA colocó una bomba lapa bajo el vehículo de Carlos Díaz Arcocha, primer jefe de la Policía autonómica al que Herri Batasuna antepuso en su comunicado su condición de teniente coronel del Ejército español a la de superintendente de la Ertzaintza. Tampoco era el primer nacionalista. El jefe que sucedió a Díaz Arcocha, Genaro García Andoain, sí era nacionalista, pero fue abatido a tiros cuando trataba de liberar al empresario Lucio Aguinagalde de la cueva en la que lo retenían sus se- cuestradores. Este asunto contiene oscuros asuntos de familia.
Santiago González, EL MUNDO, 4/5/12