IGNACIO CAMACHO-ABC
Con el Presupuesto aprobado se acabaron los pretextos. Cataluña ha de ser ahora la única prioridad del Gobierno
UN éxito: eso es lo que el Gobierno necesitaba para tomar oxígeno y ganarle uno o dos años a esta legislatura bloqueada. Y ya lo tiene, aunque sufrido, arrastrado y ensombrecido por el caso Zaplana. Aitor –Esteban– terminó quitando el tractor para dar vía libre a la ley presupuestaria, aunque al mismo tiempo el PNV, en su eterno doble juego, firmaba con Bildu la hoja de ruta hacia la autodeterminación vasca. Ahí se perfila otro conflicto en ciernes, y no pequeño aunque a Rajoy, acostumbrado a sobrevivir por horas, por minutos casi, ya le parezca remoto cualquier horizonte que no exija atención inmediata. El presidente lleva años aferrado a la consigna de no preocuparse hoy de todo lo que pueda esperar a mañana, y la asfixiante minoría de este mandato le otorga para ello una irreprochable coartada.
Sin embargo, hay una cuestión esencial que no puede demorar por más tiempo sin que le abandonen los votantes que todavía no hayan decidido hacerlo. Se trata del problema catalán, claro, en el que el Gobierno, libre al fin de la incertidumbre del Presupuesto, está ya obligado a volcar todo su esfuerzo. Se han acabado los pretextos: el desafío separatista exige dedicación completa hasta el último aliento. No hay otro asunto en un panorama político exánime por la generalizada falta de acuerdo. Lo ha entendido hasta Sánchez, que no es un dirigente de luces demasiado largas pero ha sabido reorientar su discurso para no quedarse sin hueco. Cataluña es la clave no sólo de las próximas elecciones sino de lo que quiera que signifique España como proyecto, como espacio de convivencia, incluso como anhelo. Hacer política implica en este momento levantar una estrategia contra el independentismo que no pase sólo por las togas del Tribunal Supremo.
Los americanos lo llaman priming: la técnica de establecer prioridades. El talento para determinar cuáles son las ideas decisivas en cada instante, los conceptos que prevalecen en la opinión pública, las preocupaciones que imperan en la calle. La capacidad de las élites dirigentes para captar o para imponer los estados de ánimo dominantes, eso que en la jerga de los politólogos se conoce como marcos mentales. El compromiso contra el abuso nacionalista es ahora el único marco mental relevante porque afecta a la estructura misma de la nación, a su condición de modelo viable. Y el liderazgo del país a medio plazo será de quien mejor sepa interpretar la situación, adaptarse a ella y tomar la iniciativa en el debate.
Esa intuición perceptiva es el factor que ha dado ventaja a Ciudadanos, que sin responsabilidades de gobierno ha podido desentenderse de cualquier tema secundario. Si el PP no recupera la atención hacia el objetivo preferente, si permite que le arrebaten la bandera de la defensa del Estado, el margen que acaba de ganar apenas le servirá de bálsamo. El privilegio del poder sólo se justifica usándolo.