El mito del primitivismo de los vascos, ciertamente vetusto, puede fecharse en los tiempos de Carlos I y Felipe II. No hace tanto, si se compara con lo antiguos que parecen ser los neandertales. Antes, los vascos eran tan primitivos como los de Navacerrada, por ejemplo.
JUAN Luis Arsuaga ha prometido organizarme una visita, en septiembre, a las excavaciones de Pinilla, en el valle del Lozoya, donde van aflorando restos de neandertales. Al parecer, tales individuos solamente se dejaban ver por regiones calizas, con abundancia de cuevas y abrigos naturales en las rocas. En los territorios de la Comunidad de Madrid impera el granito, y apenas la comarca del Lozoya cumple las exigencias del inquilinato neandertal. En ella vivieron hienas gigantes, que devoraban a los neandertales despistados, y rinocerontes peludos, de los que se alimentaban los neandertales espabiladillos.
Recuerdo que un paisano poeta, Javier de Bengoechea, ganador del Adonais hace medio siglo, en uno de sus estupendos poemas afirmaba vivir «en esta Bilbao cercada por el vasco neandertal», donde «mi sino es el del artista, con un abuelo carlista y otro abuelo liberal». Por su parte, Arzalluz sostuvo la especie de que los vascos representan la supervivencia del Hombre de Cromagnon, siempre con RH negativo y colodrillo agudo. Pero a los neandertales nadie les ganaba a primitivos, aunque ahora se ha descubierto que eran gentes compasivas y sentimentales que se pasaban la vida cantando algo parecido al rap, incluso cuando cazaban rinocerontes pelambrosos para el bocadillo de media jornada.
Hay una divertida paradoja en el hecho de que Neandertal, nombre del valle donde se descubrieron los primeros despojos de las criaturas que lo recibieron por suyo, signifique «valle del hombre nuevo», y que sea, en fin, un neologismo inventado a partir del griego por un pastor luterano de inclinaciones helenistas. «Neandertal» vale casi por «posmoderno», lo que me lleva de nuevo a los vascos y a su actual lendakari, que dice que su pueblo amado es tan antiguo como la historia misma. Es verdad que eso ya lo dijo, antes que Bengoechea y Arzalluz, otro distinguido poeta vasco, Gabriel Celaya. Pero Celaya, comunista de estricta obediencia, era un pagafantas del nacionalismo, al que intentaba atraer a la estrategia de su partido. En cualquier caso, lo que Patxi afirma es una enormidad.
El mito del primitivismo de los vascos, ciertamente vetusto, puede fecharse en los tiempos de Carlos I y Felipe II. No hace tanto, si se compara con lo antiguos que parecen ser los neandertales. Antes, los vascos eran tan primitivos como los de Navacerrada, por ejemplo. Contra los lugarejos comunes, creo que los vascos resultan decepcionantemente modernos. Su lengua ancestral -o la de la mitad de ellos, el eusquera o vascuence- no es menos moderna que el castellano, aunque incorpore vocablos de cierto exotismo, procedentes de lenguas no romances que se extinguieron dulcemente en las estribaciones occidentales del Pirineo. Suelo decir que el vascuence me recuerda mucho al rumano, y no es broma. Lenguas extremas y liminares de la Romania, ambas conservan voces latinas arcaicas y curiosidades arabizantes y turquescas.
La modernidad tiene aspectos dignos de encomio y otros de dudosa moral, porque no todo en el monte es comestible, como ya lo comprobaron los neandertales. Presumir de primitivo ha sido una actitud muy moderna, sobre todo, entre los artistas de vanguardia durante el siglo pasado. Pero es, asimismo, uno de los rasgos distintivos de los nacionalismos cuando se ponen bestias. Si el actual lendakari no es nacionalista, no me explico que se empecine tanto en parecerlo, con declaraciones como las susodichas. A no ser que quiera caerle bien a Urkullu, cosa imposible. Urkullu tiene motivos suficientes para considerarse un representante del hombre de Cromagnon, que es el que le vota. El bueno de Patxi es otra cosa. Algo marmolillo, pero, de primitivo, nada limonada.
Jon Juaristi, ABC, 9/8/2009