Alberto Ayala-El Correo
Después de dos semanas de tanteos, silencios, medias verdades y algunas mentiras, en tres días arrancarán las negociaciones para la formación del nuevo Gobierno de España. Lo harán todavía a medio gas hasta que el sábado se clarifique el nuevo mapa de poder municipal y luego, poco a poco, el autonómico, excepto las tres comunidades históricas (Euskadi, Cataluña y Galicía), además de Andalucía.
Pero estos quince días no es que hayan resultado inocuos. Han servido para confirmar algunas cosas, y relevantes, tanto en las derechas como en las izquierdas. En lo que refiere al centroderecha, el PP ha ratificado que no le hace asco alguno a perseverar por la senda emprendida en Andalucía y a seguir caminando de la mano de la derecha extrema que representa Vox. Ciudadanos prefiere refugiarse en el equívoco: nada de ‘contaminarse’ negociando con los de Santiago Abascal, que ya se ‘pringa’ el PP, pero sin despreciar sus votos, claro.
En la izquierda, Pedro Sánchez da la impresión de haber empezado a aparcar el nítido discurso de izquierdas que le llevó a recuperar el poder en el PSOE para comenzar a abrazar un pragmatismo en el que su interés personal se antepone a cualquier otro, aunque ello suponga defraudar no pocas promesas.
La prueba más evidente de ello es su displicencia hacia Unidas Podemos, formación que de la mano de Pablo Iglesias ha dilapidado en cuatro años casi por completo las esperanzas que depositó en ella una parte significativa de la juventud. Y el injusto trato dispensado a la organización navarra del partido.
Sánchez comenzó a cimentar el éxito de la moción de censura que le llevó al poder y ha rellenado lo mejor de su escueta hoja de servicios en La Moncloa de la mano de Podemos. Pese a que la noche electoral las bases le pidieron que se olvidara de Cs para construir el futuro, no ha dudado en aguardar a Rivera. Sólo cuando éste le ha reiterado una y otra vez su ‘no’ se dispone de nuevo a mirar a su izquierda con aparente desgana y ninguna generosidad, y sin cerrar definitivamente pese a todo la puerta ciudadana.
Con Navarra y con el PSN, el líder del PSOE y su ejecutiva no han mostrado un rostro más amable. Aunque él fue presidente con los votos de EH Bildu. Ignorando que la socialista María Chivite lleva meses repitiendo que quiere presidir un Gobierno navarro de centroizquierda (con Geroa bai (PNV), Podemos e Izquierda-Ezkerra) que sólo será posible si EH Bildu le apoya, pese a a lo cual no negociará con ellos. Aunque esa fue su promesa electoral a la sociedad navarra, con el beneplácito de Sánchez, éste ha dado muestras de considerar seriamente traicionar al PSN y a su electorado.
Todo para evitarse problemas y para garantizarse la abstención de los dos diputados foralistas navarros de UPN. A cambio, claro está, de volver a dejar al PSN a los pies de los caballos y forzarle a entregar el Gobierno regional a los foralistas, la fuerza más votada el 26-M, aunque en clara minoría en el Parlamento (20 escaños por 30 de la oposición).
En pocas semanas se podrá hacer balance de las promesas y los principios que la política vuelve a llevarse por delante en aras a un supuesto pragmatismo y al personalísimo interés de algunos. Atentos.