Problemas de pareja

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 19/02/14

· Nada habría más nefasto que quedarnos en el regocijo ante el batacazo de Artur Mas.

«¡Ojo con el independentismo. que te hundes y nos hundes!», le habían dicho sus socios de gobierno, las autoridades comunitarias, los representantes de la industria alemana y, por último, los grandes empresarios catalanes, la espina dorsal no ya de Cataluña, sino de su propio partido. Con la misma respuesta: «Tenéis que apoyarme». No hay mayor ciego que el que no quiere ver. Está claro como el agua que Artur Mas se encuentra al final del callejón sin salida en el que él mismo se ha metido. De hecho, solo le queda quemarse a lo bonzo en la plaza de Sant Jaume.

Pero más que sentarnos a contemplar el espectáculo convendría que el resto de los españoles examináramos nuestra situación, ya que si Cataluña es España, como decimos, nos concierne muy de cerca. Y pienso que nada habría más nefasto que quedarnos en el regocijo ante el batacazo del president de la Generalitat. Es verdad que él se lo ha buscado. Pero no menos cierto es que el «problema catalán» sigue. Y que tan erróneo sería dar a Mas lo que pide como intentar resolverlo como han hecho todos los gobiernos españoles, incluido el de Franco: dando a Cataluña unas ventajas económicas, que es lo que piden sus empresarios en la segunda parte de su declaración, no aireada. Eso sería premiar el error, alimentar la insolidaridad y volver a las andadas.

Que Cataluña es parte de España, una nación plural y, sin embargo, con fuerte personalidad e historia común, solo lo niegan los independentistas y los ignorantes. Que es la parte más activa, más dinámica, más internacional sería suicida negarlo. Como que tiene características propias, como la lengua y las tradiciones. Pero también las tienen otras comunidades españolas, sin que eso obligue a darles un trato de favor, como el que se dio –erróneamente– al País Vasco y a Navarra, violando la primera norma de la democracia, según la cual todos los ciudadanos son iguales ante la ley y ante el fisco. Lo que convendría hacer es eliminar esos privilegios, no ampliarlos, porque si no los eliminamos nosotros los eliminará Europa en su marcha hacia la plena unión. El punto de partida tiene que ser «lo que es bueno para Cataluña es bueno para España, y lo que es bueno para España es bueno para Cataluña», en vez de lo contrario, como ha venido propagándose y practicándose últimamente, unos por arrebato identitario, otros en busca del provecho personal.

He dicho «punto de partida», como podía haber dicho «de llegada». Pues todo el llamado «problema catalán» se resolvería si aceptásemos que España necesita a Cataluña tanto como Cataluña necesita a España. Nadie lo sabe mejor que los empresarios y a nadie estorba más que a los políticos y literatos de corto vuelo. En cierto sentido, España y Cataluña forman la pareja ideal, pues se complementan. Pero, como todas las parejas ideales, tienen también sus broncas. Tras haber metido la pata una de ellas, llega la hora de hacer las paces. Hacer el amor sería pedir demasiado.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 19/02/14