- No se debe olvidar la sentencia de Jefferson sobre su preferencia de la prensa sin gobierno sobre el gobierno sin prensa. Ya han empezado estas dos batallas
No sé si se trata de un modo deliberado de actuar o si les sale a los gobernantes espontáneamente, pero lo cierto, por repetido, es que lo que ocurre con los disparates y las iniciativas antidemocráticas y fascistoides responde a esta sucesión de acontecimientos:
Lo primero que llega al conocimiento de los que soportan a los gobernantes es el anuncio del propósito último del disparate. Acto seguido se forma la escandalera correspondiente, de forma que en los medios ya se da por vigente el disparate con el solo anuncio de irregularidades clamorosas. El gobernante, entonces, gasta grandes cantidades de saliva haciendo un discurso irreprochablemente democrático, porque tiene previsto durar en el poder: no va a pactar ni con comunistas ni con separatistas, pero al final llega a La Moncloa con los apoyos de partidos en los que militan presos golpistas, separatistas que amenazan con repetir los delitos entonces en el Código Penal, chorizos de alto bordo con el dinero de los parados andaluces, comunistas podemitas y secuestradores y asesinos al servicio político de un partido otrora democristiano y hoy ni se sabe.
Si además una de las primeras decisiones del nuevo presidente consiste en lograr una mayoría en el Tribunal Constitucional de magistrados que se consideran exentos de responsabilidad por votar en contra y no permitir que la mayoría, encabezada por el magistrado que tiene la toga imposible de caca por la polvareda del camino, se lo guise y se lo coma y se beneficie del blanqueo de los que se atienen a la letra de la Constitución y no a su espíritu; ¿o es que se consideran acordes con el espíritu de la Constitución los que permiten que Sánchez Pérez-Castejón pueda gobernar durante años por decreto-ley como procedimiento legislativo ordinario?
A continuación, cuando ya se ha envilecido la escasa conciencia democrática de la gente, incluida buena parte de las élites (habían sido decenios de franquismo), el gobernante, que ya se había hinchado a mentir diciendo que no iba a hacer lo que ha acabado haciendo, la emprende contra dos pilares de la convivencia libre: los jueces independientes y la prensa libre. No se debe olvidar la sentencia de Jefferson sobre su preferencia de la prensa sin gobierno sobre el gobierno sin prensa. Ya han empezado estas dos batallas, desde el chantaje con suprimir las heredadas del franquismo ayudas a los medios, pecado democrático del que son víctimas en toda la Unión Europea; acabaremos llamando verdad a la mentira: en «1984» el órgano que ejercía la censura se llamaba Ministerio de la Verdad. Ahora el gobernante le ha cogido el gusto a la palabra verdad y nos la va pasar por delante de las narices repetidamente. Es difícil que llegue a superar al pensador Rodríguez Zapatero, su predecesor en el cargo, cuando en una de sus brillantes intervenciones en público dijo que no es cierto que la verdad nos haga libres, sino que es la libertad la que nos hace verdaderos. Un tal Jesucristo, autor de la frase (Jn, 8,32), no tendría más remedio que reconocer que Rodríguez llevaba toda la razón.
Una de las virtudes de la democracia liberal consiste en que, en buenas condiciones y con una buena ley electoral y un escrutinio competente, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Si falla uno de estos elementos, ese pueblo está camino de la servidumbre, si no ha caído ya en ella.
Lo que nos ocurre a los españoles es que el proceso de envilecimiento discurre gradualmente, lo que no quiere decir con lentitud. Primero se anuncia una agresión a las libertades; Los ciudadanos –y las ciudadanas, naturalmente– tardan unas semanas en digerir la píldora, hasta que, una vez digerida, se incorpora al modo de sobrevivir al ataque…, pero con el cuerpo social un poco más indefenso que antes.
Termino como empecé. No sé si este modo de proceder está diseñado para producir estos efectos, o si este es un fenómeno espontáneo. Pero si las cosas continúan desarrollándose como hasta ahora, vamos a ir pudriéndonos como sociedad hasta que llegue el momento en que caeremos en la cuenta de que cualquiera, menos éstos. Sólo que para entonces es de temer que ya se hayan producido algunos episodios irreversibles.