Si repasa con atención el plan de choque contra los efectos de la guerra aprobado ayer por el Gobierno, encontrará un montón de medidas dirigidas a solucionar el montón, de mayor tamaño aún, de problemas que tenemos por delante. Se prohíben las subidas de los alquileres por encima del 2%, a pesar de que ayer mismo el gobernador del Banco de España nos aconsejó tomar una pastilla cardioprotectora antes de ver los próximos datos de la inflación. No se prohíben todos los despidos, pero se restringen de tal manera que el presidente de la CEOE le propuso a la vicepresidenta segunda que se anime a crear empresas ella misma. Tranquilos, no sucederá tal extravagancia, pues la señora Díaz está dedicada a crear otras cosas. La mejor prohibición de todas es la que se prepara para impedir que las empresas del transporte trabajen en pérdidas. No sé cómo se logrará tal milagro, pero debería extrapolarse a todo el sistema empresarial. Nos ahorraríamos un montón de disgustos. No repetiríamos los más de 5.000 procesos concursales que tuvimos en 2021 y conseguiríamos que volvieran a la normalidad competencial empresas como Plus Ultra y todas las que han recibido ayudas públicas directas, que nos han consumido tantos recursos. Así de sencillo.
El resto son subvenciones de toda forma y condición. Para los carburantes, para el ingreso mínimo, para topar el gas, para prorrogar los antiguos créditos del ICO y conceder nuevos, etc. Tampoco le gustó al gobernador, que ve un exceso de generosidad innecesario en esto de subvencionar los carburantes a toda la sociedad. Vaya por Dios, para una vez que se acordaba de las clases medias…
Entre lo bueno que soy y lo asustado que estoy, a mí todo esto me parece muy bien. Hecho en falta algunas cosas, pero son poco relevantes. Por ejemplo, saber cuándo vamos a elaborar un plan de consolidación y cómo vamos a aplicar los ajustes y los recortes que, no lo dude, serán necesarios y no en cantidades nimias. Creo necesario quemar los Presupuestos en vigor y elaborar otros nuevos sobre bases reales. También me habría gustado ver medidas para liberar estructuras obsoletas de mercado -como por ejemplo en el transporte- que puedan rebajar los precios, sin perjudicar a los transportistas. Igualmente, y como la energía más barata es la que no se usa, habría visto con entusiasmo estímulos para el ahorro, como han hecho las diputaciones, en lugar de premiar el consumo. Y pequeñas cosas así. Otro día será…