ABC-JON JUARISTI

Es un error prometer a los viejos mañanas radiantes

ANTE los resultados de las elecciones del 28 de abril, es lógico que los derrotados (es decir, los partidos que esperaban sacar votos suficientes para desalojar a los socialistas del Gobierno) se pregunten por las causas de su fracaso y que lo hagan también muchos de sus votantes. La más fácil y tentadora de las hipótesis consiste en atribuir a los votantes de la izquierda una condición perversa o estúpida (lo que, mutantis mutandis, hicieron los socialistas en Andalucía con los votantes de la derecha tras las últimas elecciones autonómicas). Tranquiliza mucho suponer que quien vota a tu enemigo es malo y tonto, pero eso no explica nada, porque la maldad y la estupidez están generosamente repartidas por toda la humanidad y todos hemos recibido nuestro lote. Otra hipótesis se deriva del síndrome de guerra civil alentado por la izquierda pero asumido acríticamente por la derecha. Es cierto, por ejemplo, que el gobierno socialista salido de la moción de censura adoptó una estructura de alianzas similar a la del Frente Popular de 1936 y que ha sido frentepopulista en su práctica, hasta el final. Pero el PSOE no se ha presentado a las elecciones del pasado domingo dentro de un frente popular. En las elecciones de febrero de 1936 hubo violencia y pucherazos en grandes cantidades. No creo que pueda probarse nada de esto en las del 28 de abril, por más que proliferen las denuncias.

A los perdedores les convendría plantearse cuanto antes cuáles han sido los fallos tácticos de su campaña y cuáles los aciertos de los triunfadores. La autoría de las tesis doctorales, en este tiempo de titulaciones devaluadas y de plagios generalizados, no es un motivo eficaz para desacreditar al adversario. Casado no la utilizó en los debates porque su partido tiene el techo de cristal. Rivera lo hizo y, salvo en sus votantes más puretas, no hizo mella en nadie, porque a nadie le importa que Sánchez plagie o mienta. La mayoría de los españoles están convencidos de que todos los políticos plagian y mienten. Pero la política no va por ahí, sino por lo que los votantes esperan que los políticos les den.

Sospecho, por ejemplo, que los pensionistas han votado en masa a la izquierda y lo han hecho así porque confían en que los socialistas y los bolivarianos les darán mucho más que la derecha, sacándolo de aumentos de los impuestos sobre la renta de la población activa o del saqueo de los bancos. A la mayor parte de los pensionistas les importa muy poco cómo y de dónde saque el Estado el dinero para sus pensiones, porque tienen miedo. Miedo a congelaciones, a pérdidas de poder adquisitivo, a recortes. Miedo a la pobreza, en definitiva. Y sabiendo eso, que no se le oculta a nadie, ¿qué han hecho los partidos de la oposición al respecto en la campaña electoral? Vox, nada. Qué iba a hacer. Todo lo que pensaban ahorrar en chiringuitos autonómicos lo invertirían en pensiones. Si eso es una promesa ilusionante, venga Dios y lo vea. Ciudadanos ha echado el resto en ganarse a los autónomos, y ello es comprensible, toda vez que Rivera, como Margaret Thatcher y yo mismo, viene de esforzados y heroicos tenderos. No me cabe la menor duda de que el aumento del voto a Ciudadanos se debe en buena parte a los autónomos, pero no a los pensionistas. Si alguno de estos conservaba simpatía por el PP ha debido de huir al escuchar a Casado que el fortalecimiento de las pensiones dependerá de la creación de empleo. Es cierto, pero largo me lo fiais. Los viejos no están para esperar mañanas radiantes. Hay que hablarles del presente, y Casado no lo ha hecho. En política no basta que los argumentos sean razonables. Deben resultar simpáticos.