ABC-IGNACIO CAMACHO

Si hay una mayoría viable entre Sánchez y Rivera, éste recibirá en su puerta rogativas para que revoque su promesa

SI las urnas confirman el pronóstico de las encuestas y hacen posible una mayoría con la suma entre los escaños de Sánchez y de Rivera, éste tendrá una peregrinación en su puerta para implorarle que revoque su palabra y acceda a formar o a permitir un Gobierno de centro-izquierda. Y en esa rogativa no participarán sólo los grandes capitanes de las finanzas y de la empresa sino buena parte de la España moderada y burguesa que no desea una alianza frentepopulista de radicalidad extrema. El líder de Ciudadanos es consciente de esa posibilidad y tal vez especule con ella como coartada para romper su firme promesa. Pero también sabe que si da ese paso liquidará para siempre su ambición de liderar el bloque de la derecha y confirmará el recelo de quienes etiquetan a su formación con el malévolo remoquete de partido-veleta. Dicho de otra manera, su responsabilidad de Estado puede comprometer su apuesta estratégica, por lo que acaso sea él mismo quien prefiera que la suerte le libre del dilema. Para su desgracia, sin embargo, en el bando liberal-conservador también parece distanciado de la cabeza, lejos de la ventaja demoscópica que ostentaba en la pasada primavera. Y ése es su verdadero problema: que desde que la moción de censura le pillase por sorpresa no encuentra modo de eludir una posición subalterna. Se ponga donde se ponga siempre queda en el segundo peldaño de la escalera.

La vocación inicial de Cs era la de una fuerza basculante, una garantía de estabilidad y de equilibrio. El éxito en Cataluña y los indicios de desplome del marianismo le empujaron a cambiar de objetivo: apareció el sueño grandilocuente de Macron, el de embalsar el caudal de votos que prometía la aparente ruptura de la presa del bipartidismo. Sólo que esa hipótesis no se ha cumplido: el PSOE ha resucitado en el poder y el PP, aunque con fuerte desgaste, ha logrado evitar el precipicio. Cunde un ambiente trincherizo, una acusada bipolaridad en la que el eclecticismo se percibe como ambiguo, y la abrupta aparición de Vox ha provocado un desplazamiento de ejes políticos. Nada ha salido como Rivera había previsto y ahora se siente incómodo, descolocado ante una realidad de signo distinto que le obliga a volver a elegir en vez de ser elegido. Si los números no propician un vuelco tripartito podría justificar un eventual acuerdo con Sánchez como un patriótico sacrificio para levantar un dique frente al nacionalismo, pero después de su contundente compromiso negativo habría millones de votantes que no le perdonarían el giro.

Con los sondeos en la mano, a Cs le espera un papel secundario en todos los casos. Bien el trago de hacer presidente a Sánchez, bien el de conformarse con una vicepresidencia de Casado o bien el de otros cuatro años de irrelevancia con medio centenar de diputados. Y ello porque en política los errores más amargos son siempre los de cálculo.