Ignacio Ruiz-Jarabo-Vozpópuli
- La intensidad y la orientación de la propaganda política es responsabilidad del que la emite. Allá cada cual si su estrategia
Fue el ministro de Hitler quien dio una nueva dimensión a la agitación propagandística hasta convertirla en acción estratégica del gobierno nazi. Salvando todas las distancias -históricas y por supuesto ideológicas-, Iván Redondo se viene revelando como el alumno más aventajado de Goebbles.
Una buena muestra es el reciente Informe o Balance de la gestión del Gobierno elaborado desde el Palacio de la Moncloa y recientemente presentado por Pedro Sánchez. Si el propagandista de Hitler preconizaba que todo aquello que pudiera dañar la imagen del nacionalsocialismo debía desaparecer de la propaganda nazi, en el panfleto de Iván Redondo se ha pretendido camuflar los aspectos más controvertidos de la gestión gubernamental.
Así, con el revoltijo de innumerables cuadros, tablas, gráficos y esquemas que inundan el llamado informe o balance se intenta disimular los sucesivos pactos con partidos nacionalistas extremos, la preparación del indulto -explícito o implícito- a los secesionistas catalanes, la irregular gestión sanitaria de la pandemia, la deficiente reacción ante la debacle económica y la ambigua posición ante la crisis institucional. Emulando a Goebbels, todo lo expuesto se ha pretendido diluir con un laberinto ininteligible de cifras, datos y porcentajes para intentar que los árboles no permitan ver el bosque.
Compromisos asumidos
En la misma dirección, también se ha aplicado la técnica de la simplicidad en el mensaje que utilizaba Goebbels. Parece obvio que el torbellino sin fin de excentricidades que figuran en el informe/balance persigue que solo una idea fuerza sea la que cale: El Gobierno está cumpliendo con lo que prometió. A tal fin obedece el esotérico porcentaje del 23,4% que se transmite como grado de cumplimiento de los pretendidos ¡1.238 compromisos asumidos!. Es otra técnica goebbeliana, la de adaptar el mensaje al menor nivel de inteligencia existente entre sus destinatarios.
Además y en el sentido penal del término, el Goebbels de la Moncloa es claramente reincidente en su conducta.
Ha podido percibirse con ocasión de la distribución de las dosis de una de las vacunas con las que aspiramos a inmunizarnos contra el virus maldito. El hecho, indudablemente positivo, resultó emponzoñado por su obscena utilización como arma de propaganda política, recubriendo las cajas con una pegatina gigante en la que se leía “Gobierno de España”. Atribuirse la autoría de cualquier hecho o circunstancia que resultara positivo para los alemanes fue otra constante de la propaganda hitleriana.
La polémica por la vacuna
Aún más, las justificadas críticas que recibió semejante tropelía fueron contestadas por el ministro de Sanidad solicitando que no se empañara un éxito colectivo con disputas políticas. Salvador Illa recurría así a la técnica de la trasposición (utilizada por Goebbels), mediante la que se presentan los fallos propios como errores del contrario. Señor ministro: quien empañó la distribución de las primeras vacunas fue el que lo aprovechó para su propaganda política, no los que criticaron -criticamos- semejante intento de aprovechamiento.
Codo con codo, sin respetar la distancia social e incumpliendo el criterio de asistencia limitada a los plenos del Congreso, la totalidad de los hooligans allí concentrados echaron humo por sus manos
Remontándonos unas semanas recordemos lo sucedido en el Congreso de los Diputados, cuando el presidente Sánchez acudió a informar sobre el acuerdo alcanzado en la Unión Europea relativo a la aprobación y distribución de fondos para luchar contra los efectos de la pandemia. Pese a las restricciones de movilidad y de reunión que sufríamos todos los españoles, vimos por televisión que la bancada socialista estaba repleta hasta la bandera. Codo con codo, sin respetar la distancia social e incumpliendo el criterio de asistencia limitada a los plenos del Congreso, la totalidad de los hooligans allí concentrados echaron humo por sus manos en un aplauso de autómatas conveniente y redondeadamente dirigidos. Todo para mayor gloria de su Presidente en un nuevo intento de apropiación de un éxito colectivo, en este caso de todos los europeos.
La intensidad y la orientación de la propaganda política es responsabilidad del que la emite. Allá cada cual si su estrategia obedece a las técnicas preconizadas y aplicadas por Goebbels. Pero, por una mínima dosis de ética y de decoro, las panfletadas de Iván Redondo no deben ser costeadas con nuestros impuestos. Que cese el uso y abuso de recursos públicos para la agitación propagandística del Goebbels monclovita.