Eduardo Uriarte-Editores
Sigamos analizando el nuevo régimen inaugurado por el Sanchismo en el 2015 ( hallazgo y denominación de Ignacio Varela) tras el estandarte del NO es No. Echemos una mirada alrededor y descubramos cómo el populismo transformando la naturaleza de las leyes, los usos democráticos, los fundamentos republicanos, es capaz de subvertir la democracia hasta convertirla en autocracia.
En nombre del pueblo americano, bajo el lema America First -el mismo que usara el America First Committee alentado por los nazis-, y denunciando el robo de la voluntad popular por los políticos de Washington, Donald Trump no concibe la democracia más que como un sistema a su servicio, acusa de manipulación electoral cuando la juez de Georgia le acusa a él precisamente de ello, o se le procesa por alentar la ocupación del Congreso tras el resultado electoral. Y así un hombre procesado en varios casos por actuar en contra de la democracia americana y sus procedimientos, tiene todas las posibilidades de ser reelegido presidente porque su discurso populista le ha convertido ante la sociedad conservadora actual americana en el líder de la libertad. Su problema es que allí la fiscalía no es esto, y a los mandos del FBI no se les cesa como aquí a los mandos de la Guardia Civil, y el parlamentarismo sigue vivo frente a nuestra partitocracia.
Sánchez guarda las suficientes apariencias para que creamos que defiende la democracia y el progreso frente a la involución de la derecha como nadie, cuando lo poco que nos queda de ella es el ir a votar. Pero también, como Trump, pone en entredicho el resultado electoral en Madrid y lo lleva hasta el Constitucional, a pesar de todas las juntas electorales requeridas y del mismo Tribunal Supremo – ¿y de quién depende el Constitucional?, ¿eh?, pues eso-. Y aunque vaya a entrevistarse con Feijó, en una entrevista que supongo se encargará de avinagrar para que dure poco, sus jenízaras ministeriales la califican previamente de paripé e inútil, descalificando el papel que el rey ha otorgado a Feijóo como candidato a la investidura. Nunca supo nuestro presidente lo que es una nación, ni le importa, ni le interesa que exista. Es detectable hoy que una nación con tal desencuentro entre los dos partidos fundamentales está dejando de serla.
El problema es que la democracia del 2015 se sostiene sólo en su apariencia frente a las formas autoritarias del Gobierno sanchista y el abandono del parlamentarismo, a través de decretos leyes o proposiciones de ley que eviten los filtros legales que todo Gobierno tiene, precisamente para evitar errores como los de la ley del Si es Si o las arbitrariedades. Se sostiene tal proceder en un bloque político que le ofrecerá a Sánchez todo tipo de apoyos y facilidades (y en la incompetencia de la derecha) para sus actos arbitrarios, porque el fin de ese bloque, manifestado por sus portavoces, es cargarse España, único marco territorial de cierta garantía política para la supervivencia de una democracia estable,
Ni los nacionalistas ni el sanchismo necesitan la democracia, culturalmente son ajenos a ella. Lo que necesitan es un proceso, el catalán, hoy trasladado a la política española, para garantizarse, cada uno en su parcela, el poder sin riesgos de alternancia y promoviendo en cada taifas su particular democracia orgánica, es decir, su autocracia, construida a través de los pasos que ya vamos viendo.
El consenso en boca del sanchismo, como la democracia, la independencia judicial, el ordenamiento jurídico, son obstáculos impuestos por la falsa democracia surgida en el tardofranquismo. La auténtica libertad y democracia es la que asegura el poder, garantía de progreso frente la reacción de la derecha. Un poder a alcanzar de neta inspiración bolivariana, la toma del Estado mediante el entrismo, la toma de las instituciones retorciendo el sistema legal, mutando el sentido de las leyes, como se va a hacer con la amnistía y la autodeterminación. De la misma manera que argumentaban los ingenieros jurídicos del procés catalán, así se hará hasta alcanzar sus fines en la etapa que se inicia. Esto es lo que nos espera, una democracia aparente sostenida por el mayor aparato de propaganda que nunca poder alguno haya ostentado en España.
Mientras tanto, como ha ocurrido en toda la Latinoamérica revolucionaria, los problemas de la economía, sanidad, pensiones, bienestar en general, en abandono. Hasta la presidencia europea abandonada. Es el poder lo que importa, imbécil.