Artículo de opinión del profesor de la UPC Miquel Escudero

Catalunya Press-
Catalunyapress escud7oct24
Una cita de Maquiavelo

 

Un número indeterminado de nuestros conciudadanos toman decisiones rechazando contar con la compasión, el amor, la lealtad o el sentido de la justicia. La ausencia de estas emociones les permite abusar de los demás en la medida que les sea posible, y hacer sufrir entonces a quien se cruce por su camino y les incomode en sus planes. Evidentemente, importa saber qué pautas de comportamiento siguen para poder neutralizarlos cuando no se les pueda evitar.

Su poder acostumbra a estar idealizado, al creerlos ‘imparables’ por su estridencia y propaganda, pero debe saberse que estas personas tienen profundas deficiencias emocionales y padecen un trastorno de personalidad grave. A pesar de ello, no merecen nuestra compasión, sino nuestra prevención. En primer lugar, hay que saber localizarlos y distinguirlos, puesto que su potencial destructivo es, en cualquier caso, muy poderoso, especialmente cuando figuran a la cabeza de poderes como el financiero o el político. Piénsese en los buitres financieros que nos llevaron a la gran recesión o en los dirigentes políticos que no pestañean al tensar las hostilidades sociales y llevar a la beligerancia extrema. En un libro titulado El psicópata integrado (Ariel), el catedrático de Educación y Criminología Vicente Garrido ha enfocado a estos individuos situados en la empresa y la política, pero también en la familia.

En el siglo XX, se estudió el carácter de las personas que potencian fuertemente el avance social de la injusticia y se acuñó el término ‘patocracia’ para referirse a gobiernos regidos por psicópatas. Se trata de individuos con apariencia normal que exhiben un descarado poder corruptor de las relaciones sociales; no les perturba, por supuesto, que esto sea una anomalía psíquica suya. Recurren sin reparo al engaño de las trampas y mentiras, y ejercitan la crueldad sobre cualquiera que les convenga doblegar. Pretender razonar con ellos es una absoluta y penosa pérdida de tiempo y de energía. Y esto habría que tenerlo presente, no se debería pecar de ingenuidad.

¿Qué se puede hacer, en la familia, en la empresa, en la política? Por de pronto, hay que identificarlos para no dejarse derrotar en vano, reconocer las trampas y las mentiras, donde quiera que estén; a menudo las expresan con habilidad, incluso con alguna suerte de encanto persuasor. Corresponde luego hacerlas visibles para quien sea. Resistirse y apartarse en cuanto sea posible.

Estos tipos, dice el profesor Garrido, son emocionalmente vacíos, lo que significa que están emocionalmente desconectados de los demás. Para ellos carece de sentido la dignidad de un ser humano cualquiera, de modo que, de forma automática, lo tratarán como si fuera una cosa: un objeto de usar y tirar.

Se llama empatía profunda o emocional a la capacidad de sentir lo que siente otro, mientras que la empatía cognitiva consiste no en sentir, sino en saber; así, ‘sé lo que piensas’ o ‘sé lo que sientes’, lo que hace posible ejercer un control desprovisto de un simple afecto.

Los mundos de quienes se rigen por el altruismo o por la psicopatía están en esferas radicalmente distintas. La absoluta falta de miramientos de un psicópata puede producirse siguiendo un canon maquiavélico o una vía narcisista patológica. Con frecuencia se usa el término sociópata, que se caracteriza no ya por los comportamientos antisociales y sin escrúpulos (propios del psicópata), sino por practicar el engaño todavía con mayor convicción y frecuencia.