Según Zapatero, los partidos políticos están para negociar con quien consideren, donde quieran y como prefieran, así que menos protestar porque el PSOE negocie la autodeterminación de Cataluña, es decir, el futuro de España, con un prófugo de la Justicia, en un país extranjero y bajo supervisión de un diplomático salvadoreño; que Dios dijo hermanos, no ciudadanos exigentes con los políticos que supuestamente nos representan. Y quien alce la voz ante semejante despropósito será considerado derechista o cómplice de la derecha extrema, incluso aunque sea un simple ciudadano con un mínimo de dignidad, sentido común y decencia, esas excentricidades que son más que suficientes para oponerse a los desvaríos del PSOE.
Muchos de los izquierdistas que se oponían vehementemente a la amnistía, y que ahora la defienden como si la vida les fuera en ello, acusan de derechistas a quienes seguimos pensando lo mismo que pensaban ellos hasta hace apenas cuatro meses. La cuestión es que no les va la vida en ello, sino el gobierno o su sueldo, lo que es mucho más importante. Y ahora toca reunirse con Puigdemont a escondidas, de espaldas al Congreso de los Diputados y a los ciudadanos, lo que viene a ser una vergüenza. Hemos pasado de ser ejemplo por la Transición Democrática que acordamos entre todos a pedir ayuda internacional que vigile las negociaciones secretas entre dos partidos con representación en el Congreso de los Diputados y en el Gobierno de España. Es la forma que tiene el PSOE de impedir el control parlamentario, el escrutinio público de lo que se negocie y la presencia de periodistas críticos con el esperpento. El PSOE ha vuelto a la clandestinidad, pero esta vez no para defender la democracia sino para atacarla.
Todo lo cual no se negocia donde reside la soberanía nacional, sino de forma furtiva donde reside quien quiere romperla: el corrupto y xenófobo ultraderechista de nombre Carles y apellido Puigdemont
Puigdemont pretende trasladar la idea de que quienes están negociando son dos Estados independientes y, como último estadio, que Cataluña es sujeto político con derecho a decidir su propio futuro al margen de lo que digan los restantes ciudadanos españoles. O sea, la forma más directa de robarnos nuestro derecho a decidir sobre cuestiones que nos corresponden y a las que tenemos derecho: desde la distribución competencial hasta el modelo de Estado o el propio futuro de España. Todo lo cual no se negocia donde reside la soberanía nacional, sino de forma furtiva donde reside quien quiere romperla: el corrupto y xenófobo ultraderechista de nombre Carles y apellido Puigdemont, para más señas. Y con los reaccionarios de ERC, que acaban de explicarnos que no quieren aportar dinero al Estado porque lo quieren todo para ellos, en un alegato gigantesco de solidaridad, redistribución e izquierdismo, valga la ironía. Es posible que todo no lo consigan ahora pero, de momento, el Gobierno de España ya ha legitimado las ideas independentistas, el procés y que uno puede saltarse la ley y vulnerar la Constitución Española si eres independentista y Sánchez necesita tus votos. Y muchos de los males ya están hechos. Pero no hay mal que por bien no venga, y quizás este PSOE tenga fecha de caducidad y pase a mejor vida.
Buscar alternativa dentro del PSOE es pura melancolía. Salvo excepciones que confirman la regla, es un imposible que un diputado o cargo interno que, para seguir siéndolo depende del partido, critique las decisiones del partido. Eso sin contar el sectarismo que nubla la vista y dificulta el pensamiento. Este domingo oímos decir a Emiliano García Page que él, de haber sido diputado nacional en el Congreso de los Diputados, habría abandonado el acta antes que apoyar la investidura de Pedro Sánchez. Otra forma de decir lo mismo es que antes prefiere dejar el acta que votar contra aquello que perjudica a España si quien lo propone es su partido. Además, quienes dejarían el acta son siempre quienes no la tienen. Casualidades de la vida. De momento, lo que sabemos son los resultados de la oposición dialéctica de Emiliano García Page a Pedro Sánchez por pactar y gobernar con quienes quieren romper España y conceder los indultos y la amnistía a corruptos y golpistas: Pedro Sánchez gobierna con los que quieren romper España y Emilio García Page gobierna en Castilla La Mancha con mayoría absoluta. Es lo que podríamos llamar una distribución de funciones modélica, ejemplo perfecto de relación simbiótica.