Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 22/11/11
N o hay disculpa para la derrota del Partido Socialista. Hay tan poca disculpa, que Rodríguez Zapatero no encontró otra que «la mayor crisis económica». En parte tiene razón, porque ya son seis los Gobiernos europeos borrados del mapa por ella. Pero le faltó decir que, además de la crisis en sí, el electorado castigó su gestión.
La gente entiende la dimensión mundial de las dificultades. Entiende también los sacrificios a que obligan. Los entiende tanto, que en Cataluña respaldó con contundencia al partido cuyo Gobierno está aplicando dolorosos recortes. Pero nunca ha perdonado su negación. Nunca ha entendido las medidas adoptadas, quizá porque no le fueron bien explicadas. Y, por supuesto, cargó sobre el Gobierno y sobre su candidato la responsabilidad de los millones de parados.
Ahora, el humillante castigo tiene al partido sumido en una profunda depresión. El patetismo de su situación no se reflejó en ninguno de los discursos de Zapatero, Rubalcaba o Chacón. Se comprobó en las escenas del exterior de la sede nacional del partido, calle Ferraz de Madrid, donde no había siquiera simpatizantes dispuestos a aliviar la soledad del vencido. Ocho años después del «no nos falles, José Luis», solo se oía la música del desencanto y la desolación, con esa terrible letra que se leía al fondo de todas las crónicas: «el peor resultado de la historia».
Desnudo ante su propio espejo, el PSOE puede correr el riesgo de consolarse echando la culpa a los malos tiempos. Yo entiendo que le fallan las tres bases del trípode que sostiene a cualquier fuerza política: el ideario, la base social y el liderazgo. La tres quiebras se han producido en el mismo momento histórico. La del ideario, porque la doctrina conservadora se está demostrando más convincente o, al menos, más operativa que la socialdemócrata. La de la base social, porque el votante socialista es quien está sufriendo las consecuencias de la penuria económica y es natural que busque refugio en otros puertos. Y la de liderazgo, por las razones de todos conocidas.
De las tres, las más urgentes son la ideológica y la de encontrar un líder. Sin ideología clara no hay partido político. Y sin líder no hay referencia, ni mando, ni quien señale la dirección. Esas son, pues, las dos tareas del congreso que el próximo sábado será convocado.
Y su preparación ha de ser presidida por un principio: ahora que el daño está hecho y solo puede ser agravado en Andalucía, no se dejen atropellar por la prisa. Tienen cuatro años para encontrar la salvación. Pero tampoco tengan pausa: cuando un país tiene un Gobierno de mayoría absoluta, necesita una oposición sólida para compensar.
De lo contrario, harán posible un régimen de monopolio.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 22/11/11