EL CONFIDENCIAL 05/06/17
EQUIPO INTENCIÓN DE VOTO
· Una cosa es ganar demostrando lo bien que puedes acondicionar tu campaña a unas primarias, pero esto no implica que uno ya sea indestructible y, mucho menos, eterno
· Cruzar el Rubicón. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta expresión como símbolo de osadía y arrojo ante empresas complicadas?
El Rubicón, en realidad, es un pequeño río de 29 km que desemboca en el Adriático y que marcaba, en la antigua República Romana, el límite del poder del Gobernador de las Galias. Este estaría cometiendo una ilegalidad si lo cruzaba con sus tropas al considerarse un levantamiento contra el orden vigente. A principios de enero de 49 a.C. Julio César pronunció “alea iacta est” y cruzó el río con la XIII Legión para poner fin al mandato de Pompeyo que, tras la muerte de Craso en Oriente Medio, gobernaba en Roma apoyado por el Senado.
Al mismo tiempo, Pompeyo quería eliminar a César porque creía que este quería coronarse rey de Roma dando fin a la República. César sabía que había cometido delitos a ojos de Roma como llevar a cabo guerras sin consentimiento o reclutar más legiones de las permitidas.
Con lo ocurrido en el PSOE desde diciembre de 2015 hasta hoy pasa algo similar, que no idéntico. El Senado sería el aparato del PSOE, Pompeyo podría ser Susana Díaz y Julio César sería Pedro Sánchez, que vendría de ganar una popularidad extrema con la militancia (XIII Legión) y que estaba bordeando la desobediencia al Comité Federal. El 1 de octubre de 2016 podríamos tomarlo como la batalla de Dirraquio y las pasadas primarias la batalla de Farsalia (sin segundas).
Evitando símiles con la sangre que hubiera podido correr en uno y otro momento, el caso es que hemos asistido al retorno de un Pedro Sánchez que, desde su Galia particular, ha vuelto para hacerse con el poder de Ferraz y, todo apunta, dispuesto a cambiar las reglas del juego para que esta vez el aparato no le sea adverso.
Pero… ¿basta haber vencido a senadores y cónsules para ganar el favor del pueblo? La respuesta es clara, negativa, y Pedro Sánchez no puede contar hoy en día con juegos circenses para ganar el cariño y aprecio del pueblo. Como César entonces, tiene el favor de la Legión (militantes), pero esta vez no cuenta con el del pueblo (electorado).
Vamos a ver cómo ha sido la victoria de Sánchez comparada con aquello de lo que él también fue responsable: los resultados de las elecciones de 2015 y 2016. Para ello hemos realizado un gráfico en el que comparamos la pérdida de votos por provincia sufrida por el PSOE entre 2011 y 2015 junto a 2016 (por similitud en el total de votos logrados en ambas elecciones).
Primero observemos que todo el eje vertical está en el campo negativo. Este eje representa la variación de votos del PSOE entre las elecciones de 2011, con Rubalcaba como cabeza de cartel, con los resultados promediados de 2015 y 2016. La mayor pérdida fue un -66% en Lleida y huelga cualquier comentario aquí ya que es algo conocido por todos.
El eje horizontal representa el porcentaje de votos logrado en Primarias por Pedro Sánchez en cada una de las provincias del territorio nacional frente a sus contrincantes.
En resumen, cuánto más abajo esté el punto de una provincia en la gráfica, mayor la pérdida de votos desde 2011, y cuanto más a la derecha, mayor ha sido la victoria de Sánchez en primarias.
Es claro que Sánchez es fuerte en sitios donde al PSOE no le ha ido particularmente bien a nivel electoral: en Cataluña o en el País Vasco, ganando en Álava y logrando una segunda plaza tras López en Vizcaya con más del 40% de los votos.
Luego vemos una nube entre el -25% y el -40% del eje vertical que podemos dividir en distintos grupos de provincias. Primero aquellas en las que Sánchez arrasa (9 provincias por encima del 60%); Coruña, Baleares, Burgos, La Rioja, Lugo, Navarra, Pontevedra, Valencia y Valladolid. Estas provincias suponen 14 de los 85 diputados que tiene el PSOE actualmente en el Parlamento.
Otro grupo de la nube son aquellas provincias en las que gana holgadamente, pero con Susana Díaz no muy lejos; Alicante, Asturias, Castellón o Madrid se encuentran en este conjunto, pero esta última les dio a los socialistas 7 (sobre 36 posibles) diputados y el resto 1, salvo Asturias (2 sobre 8) y Alicante (2 sobre 12).
Queda claro que el portavoz provisional recientemente nombrado por Pedro Sánchez en el Congreso, José Luís Ábalos, ha hecho un magnífico trabajo en su área de influencia, Levante. Alguien a quien, en este periódico, se le llego a denominar (curiosa coincidencia) como “pretoriano”.
Como lectores sagaces que son se habrán dado ya cuenta de que en ninguno de los grupos hemos nombrado ninguna de las provincias de Andalucía. Esta comunidad autónoma supone 61 diputados de los que el PSOE detenta 20 escaños en la actual legislatura. Si lo quieren ver de otra manera, estamos hablando de un 24% del total de lo logrado por el PSOE en 2016 tanto en escaños como en votos.
Andalucía es territorio susanista: Susana Díaz se ha impuesto en esta autonomía con una media del 63%, no bajando en ningún caso del 55,5% logrado en Cádiz y llegando casi al 70% en Sevilla, provincia que dio al PSOE un cuarto del total de votos logrados en Andalucía.
César, por tanto, no puede eliminar a Pompeyo porque arriesgaría gran parte del favor de su pueblo y, es más, debería llevar a Craso a un lugar seguro para que no haya peligro de que ninguna batalla ponga en riesgo su vida.
Una cosa ha sido ganar demostrando lo bien que puedes acondicionar tu campaña a unas primarias y, de hecho, hacerlo por segunda vez en un escenario completamente distinto al anterior. Pero esto no implica que uno ya sea indestructible y, mucho menos, eterno. Los votantes no son los militantes y esto es algo que ha quedado claro desde hace mucho tiempo.
Para Pedro Sánchez y para el PSOE es hora de mirar al electorado y tener una definición clara de qué es el PSOE y así poder capear las trampas o provocaciones que Podemos le pueda volver a poner en el camino.
Dentro de dos semanas tendremos la moción de censura y, con ella, sospechamos que llegará la primera provocación, cuando Iglesias pueda entonces recriminar a Sánchez que “no es ya una, sino dos” las veces que el PSOE ha rechazado un gobierno del cambio.