PSOE y PP se alejan de Basta Ya

Martínez Gorriarán relata en su libro «Movimientos cívicos» la historia de la conciencia social desplegada frente a la intolerancia y la violencia nacionalista. Sus victorias y derrotas, sus grandezas e insuficiencias. En el capítulo que publicamos narra el episodio de cómo la polarización política y la inmersión del PSE en el nacionalismo alejó a los grandes partidos de Basta Ya.


Ficha técnica:

Título: Movimientos cívicos
Autor: Carlos Martínez Gorriarán
Editorial: Turpial
Colección: Mirador
Páginas: 228
Precio: 23 euros

PREPUBLICACIÓN

El problema de fondo era que los grandes partidos habían abandonado los fines originarios de Basta Ya. No en el mismo grado ni por motivos idénticos. Es evidente que el PSOE estaba mucho más carcomido que el PP por el virus filonacionalista, expresado por el aberrante tópico de que el nacionalismo es el «aliado progresista» de la izquierda contra la «derecha extrema» española. Más aún, el PSOE se estaba fragmentando a ojos vistas en partidos regionales mucho más preocupados por mantener su base de poder territorial que por cualquier otro objetivo. (…)

El PSE pasó de apoyar una alternativa constitucionalista, que estuvo al alcance de la mano y debía haberse intentado de nuevo, a planear una negociación política con ETA y una inmersión del socialismo vasco en los «valores» del nacionalismo al modo catalán. No fue casual que la presidencia del PSE se reservara a Jesús Eguiguren, un personaje derrotista, convencido de la imposibilidad e incluso la inconveniencia de echar al nacionalismo del poder.

«Confiad en Patxi López; tened fe en él», nos dijo con amistosa vehemencia José Luis Rodríguez Zapatero en la segunda de las tres reuniones que mantuvimos con él representando a Basta Ya. A la primera asistimos Fernando Savater y yo mismo, presentados por Rosa Díez, y en la segunda nos acompañaba Cristina Cuesta cuando Zapatero invocó la necesidad de creer en lo invisible: la categoría y seriedad del compañero López, su competencia como sucesor mejorado de Nicolás Redondo.
Zapatero nos convocaba a la hora de comer en su despacho de Ferraz porque todavía era un secretario general y jefe de la oposición que se lamentaba discretamente, en privado, de las malas maneras y frialdad del inquilino de Moncloa, José María Aznar. No parecía impresionarle que López nos hiciera lo mismo y prefiriera evitarnos tanto en público como en privado. Respecto a Ibarretxe, veía en él un personaje pintoresco con extrañas ideas sobre cierto milenario problema vasco. Le sorprendió mucho, o eso creo, que le insistiéramos tanto en que la ilegalización de Batasuna había mejorado la seguridad y dignidad de los representantes constitucionalistas vascos, incluidos los de su partido. Se notaba que ya estaba trabajando en algo completamente diferente.

La habilidad de José Luis Rodríguez Zapatero para embaucar a sus interlocutores es seguramente su mayor talento político. Escucha mucho o eso parece, y con delicada y concentrada atención, pero se limita a dejar que tú le enseñes tus cartas y reveles tu juego mientras él decide qué jugada le conviene hacer. Así que no se comprometió a nada con nosotros, salvo a que el Pacto Antiterrorista seguiría vigente en su integridad… Pero tomó nota de quedebía contar con nuestra oposición a sus planes de alianza con elnacionalismo, fuera en Euskadi o en Cataluña. (…)

Del mismo modo en que Zapatero nos concedió algunas reuniones privadas, el presidente Aznar nos invitó más o menos el mismo número de veces a visitar la Moncloa y departir con él sobre la situación vasca y española, en este caso formando parte de grupos más amplios, con representantes de otros grupos cívicos, periodistas y escritores influyentes. Además nos invitó especialmente, junto a representantes de la AVT y de la nueva Fundación de Víctimas del Terrorismo, a acompañar a la delegación española en la inauguración de la Asamblea General de la ONU en Nueva York del año 2003, dedicada esta vez al problema del terrorismo.

La embajada de Noruega, que desempeñaba la presidencia rotatoria de la inauguración, aprovechó la ocasión para invitarnos también a los españoles a una mesa redonda con víctimas del terrorismo de Bali, Irlanda, Colombia y otros países. El Dalai Lama también se dejó caer por los actos inaugurales, como docenas de otros líderes internacionales, incluido Aznar, que se tomaba muy en serio todo lo relativo a la movilización contra la violencia política. Y debo decir que su Gobierno llegó más lejos que ningún otro en el apoyo a los colectivos de víctimas (…)

No creo que Fernando Savater acudiera nunca a esas reuniones,que quizás eran un poco confusas por el amplio número de invitados y la tendencia irrefrenable de alguno a exponer análisis detalladísimos al jefe del Gobierno, paciente y receptivo. (…)

Lo cierto es que en 2002-2004 todo parecía favorecer una larga luna de miel con el PP en materia antiterrorista. No fue exactamente así por un cúmulo de circunstancias expectantes. Las reservas de suspicacia y resentimiento almacenadas en algunos ámbitos de la derecha emergieron cuando algunos nos empeñamos en mantener la independencia, en lugar de declararnos inevitablemente atados al éxito de su partido.

Se expresaron sin tapujos, y con mucha agresividad, cuando se produjo la que algunos llamaron la rendición de Fernando Savater, y otros más piadosos su embaucamiento por José Luis Rodríguez Zapatero. Naturalmente, la pedrada iba dirigida contra toda la cristalería de Basta Ya. La cosa era que Savater asistió a una reunión con Zapatero, presuntamente privada -en el domicilio de una amiga de José María Calleja, que organizó la reunión-, donde el nuevo presidente quería explicarle su intención de abrir un diálogo con ETA para obtener el desarme voluntario y la disolución, gratuita, del grupo terrorista. Cierta carta de un alto sicario de la banda fundaría la esperanza de que ETA estaba, esta vez sí, decidida a desaparecer a cambio de nada. Realmente, era un anuncio tan contrario a todo lo que todos sabíamos de ETA que lo sensato hubiera sido responder con escepticismo y exigir actos concretos y comprometedores del desarme anunciado. Lejos de eso, la banda mantuvo activas sus redes de extorsión y amenaza, robó armas, secuestró a personas y en diciembre puso en Barajas la bomba que asesinó a dos inmigrantes ecuatorianos. (…)

Como muchos nos temíamos y luego se documentó, algunos enviados del PSOE llevaban desde el año 2003 acordandouna salida política al terrorismo que pasaba por negociar con ETA un nuevo «marco político-jurídico» a la medida de los nacionalistas, por ejemplo un nuevo Estatuto de Autonomía que aceptara el derecho a decidir -el eufemismo para la autodeterminación- e incluyera a Navarra en el lote vasco. Para alimentar la ficción y dividir a sus enemigos, los terroristas declararon un «alto el fuego» indefinido en marzo de 2006, tras muchos meses sin atentados que parecían anunciar cierta disposición a negociar la retirada, aunque en realidad la tranquilidad se debió a su impotencia y mala suerte. Y como de costumbre, esta expectativa desencadenó no sólo algunos diagnósticos insensatos y patéticas aplicaciones escolares de la «teoría de juegos» a las transacciones en curso, sino que tuvo la virtud de dividir por la mitad a la sociedad y a la clase política entre enemigos y partidarios del «proceso de paz». (…)

Pero volvamos a la reunión de Zapatero con Savater. La idea de reunirse en un domicilio particular pretendía garantizar, naturalmente, la informalidad y el carácter privado del encuentro. Pero en una de esas jugarretas del estilo zapaterista, la prensa estaba sobre aviso y esperaba a Savater en la calle. Éste se limitó a decir que el presidente le había explicado sus planes, que excluían hacer concesiones políticas a ETA y se basaban en ciertas garantías de que la banda aceptaba rendirse a cambio de nada, o casi (es decir, a cambio de medidas de gracia para sus presos). Pero dado el tono interesado o malévolo con que algunos medios interpretaron la declaración de Savater, éste se prestó a escribir algunas líneas aclaratorias que llegaron a los medios de comunicación… desde un fax de Moncloa. El asunto iba tomando un cariz oficioso y oportunista de significado nada complicado: Zapatero pretendía apoyarse en el prestigio social de Savater, implacable enemigo de ETA, en beneficio de su inconfesable proceso negociador. La explicación del aludido sobre su asistencia a esa reunión, que compartimos la mayoría de Basta Ya pero indignó a la minoría contraria a toda colaboración con el nuevo Gobierno, era simple y transparente: Zapatero era el presidente del Gobierno legítimamente elegido por el Parlamento, y había que respetar sus iniciativas y prestarse a escuchar sus explicaciones. Entre otras razones, por si había que oponerse después.

Algunos medios y tertulias de la derecha se dedicaron de inmediato a denunciar, en tono apocalíptico rebosante de satisfacción, la deserción de Savater y Basta Ya del frente contra ETA, reducido al PP, a la AVT, la organización mayoritaria pero no única de víctimas del terrorismo, y el Foro Ermua. La verdadera novedad estaba en que ahora el PSOE era el principal objetivo de la movilización. Los más extremistas no se recataban en acusar directamente al Gobierno de complicidad con ETA, acusación ligada a la teoría de que la banda vasca era la autora encubierta de los atentados del 11-M en Madrid, cuyo objetivo no habría sido otro que llevar a Zapatero a la Moncloa en detrimento de su legítimo ocupante, Mariano Rajoy.

La furiosa confrontación mediática de los meses siguientes, centrada en la autoría del 11-M, la actitud prepotente del Gobierno de Aznar durante esos días, la deslealtad de la oposición socialista, etc., tensó casi hasta la ruptura la disputa partidaria. Como es natural, eran los respectivos campeones de la tergiversación quienes se hicieron con el protagonismo de ese penoso simulacro de debate político. Sufrimos una inundación de sectarismo rampante cuyos efectos siguen afectando a la democracia española. El peor clima posible para grupos y movimientos que, como el nuestro, aspiraban a sostener una política transversal en torno a la defensade la Constitución.

El resultado de los salvajes atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 en Madrid no sólo fueron los 194 asesinatos, sino que destruyeron definitivamente los puentes y complicidades entre los dos grandes partidos nacionales. Ambos cometieron errores considerables, pero de distinta profundidad.

(Carlos Martínez Gorriarán es miembro de la dirección del nuevo partido Unión, Progreso y Democracia (UPyD). Fue fundador de Basta Ya)

Carlos Martínez Gorriarán, ABC, 18/2/2008