Juan Ramón Rallo-El Confidencial
- La Casa Blanca ha intensificado sus contactos en los últimos días con diversas petroautocracias internacionales para tratar de rellenar el vacío que pueda dejar Rusia
El presidente de EEUU, Joe Biden, ha anunciado que el país no comprará más petróleo ruso para no seguir financiando las guerras de Putin. Se trata de un factor más de cuantos están contribuyendo a que el crudo ruso cotice con un importante descuento frente al Brent o frente al West Texas Intermediate, es decir, un factor más de cuantos contribuyen a abaratar el barril de petróleo de los Urales y a encarecer todos los restantes petróleos no rusos.
Europa, de momento, no se atreve a dar el paso —no solo por la dificultad de reemplazar el petróleo ruso a corto plazo, sino también el gas—, pero sí sufrirá parte de las consecuencias de la decisión estadounidense: como la oferta relativa de petróleo no ruso disminuye (misma oferta, pero abastecer una mayor demanda), los precios globales del petróleo no ruso (del que se abastece esencialmente Europa) se encarecen. Ciertamente, podríamos tratar de compensar ese encarecimiento comprando con descuento el petróleo ruso que deja de adquirir EEUU, pero muchas empresas europeas ni quieren, ni pueden ni se atreven a comprar, financiar y transportar el crudo ruso.
¿Debemos entonces quedarnos de brazos cruzados ante un petróleo en un persistente encarecimiento (recordemos que, por ejemplo, el cuadro macroeconómico de España presuponía un precio medio del crudo de 60 dólares a lo largo de 2022 y de momento más que duplicamos esa marca)? La Casa Blanca ha intensificado sus contactos en los últimos días con diversas petroautocracias internacionales (qué ironía que luchemos contra un autócrata blanqueando a otros autócratas) para tratar de rellenar el vacío que pueda dejar Rusia en el mercado ‘global’ de petróleo: en particular, está presionando a Arabia Saudí y otros miembros de la OPEP para que incrementen su producción diaria de crudo y está negociando un levantamiento de las sanciones estadounidenses contra Irán y contra Venezuela a cambio de que vuelvan a exportar petróleo.
Sin embargo, no está nada claro que estas negociaciones, aun cuando fructifiquen, vayan a ser suficientes para cubrir el agujero que deja Rusia. Antes de la guerra, el país euroasiático estaba exportando el equivalente a ocho millones de barriles diarios. Se estima que Irán podría llegar a suministrar 1,3 millones de barriles diarios y Venezuela alguna cantidad entre los 0,4 millones que está exportando ahora mismo y los dos millones que llegó a exportar en 2014-2015. Siendo optimistas, Irán y Venezuela podrían llegar a suministrar conjuntamente unos dos millones de barriles y la OPEP se cree que podría contar con una capacidad ociosa de otros dos millones. En total, pues, habría margen para aumentar, como mucho, la oferta mundial de petróleo en cuatro millones de barriles diarios, de modo que solo podríamos reemplazar la mitad de las exportaciones rusas de petróleo.
Ahora bien, en verdad, Europa y EEUU no necesitan sustituir la totalidad de las exportaciones rusas: entre ambos bloques económicos, las importaciones de petróleo ruso ascienden a poco más de cuatro millones diarios (700.000 por parte de EEUU y 3,3 millones por parte de Europa), esto es, la mitad de las exportaciones rusas. En teoría, por tanto, si consiguieran amarrar para sí toda la nueva producción de Venezuela, Irán y la OPEP, podrían desvincularse de Rusia sin un excesivo dolor. A corto plazo no parece que vaya a resultar sencillo y, por eso, EEUU ha sido el primero en desconectarse y Europa todavía se lo está pensando. A largo plazo, empero, la cosa podría cambiar y, sobre el papel, resulta bastante más fácil: Venezuela tiene las mayores reservas probadas de petróleo del mundo (si bien se trata de crudo extrapesado, el cual solo es rentable si los precios son altos) e Irán las cuartas mayores, de modo que si ambos países se reintegraran al mercado global de crudo y recibieran inversión occidental que incrementara sustancialmente su capacidad productiva interna, el suministro ruso podría ser más que sustituido (las reservas probadas de Rusia son la cuarta parte de las de Venezuela e Irán conjuntamente). Con todo, ahora mismo, este último escenario suena más a ciencia ficción que a realidad geopolítica.