Los independentistas han tocado a rebato esta semana ante las sospechas de que el continuo aplazamiento de la secesión podría desanimar a sus partidarios. Inmersa en una hoja de ruta que prevé dejar a Cataluña el año que viene «a las puertas» del Estado propio –aún no se sabe por qué vía–, la Generalitat no podía permitirse un pinchazo en los actos de la Diada, que en los cuatro años anteriores han reunido siempre a cientos de miles de personas.
Está en juego además la hegemonía en el independentismo. El Partit Demòcrata Català –o como acabe llamándose la formación heredera de Convergència, porque Interior ve problemas legales con ese nombre– ha quedado por debajo de Esquerra en las últimas convocatorias electorales. Y Puigdemont es ahora, según explican dirigentes del PDC, su principal activo electoral, con el que esperan reconectar con el electorado joven y urbano, entre el que en estos momentos el partido casi no tiene votantes.
Además, en la Diada de este año también participa Ada Colau. La alcaldesa de Barcelona, que prepara un proyecto político de ámbito autonómico, busca con el gesto sumar algunos votos independentistas a ese nuevo partido, para el caso más que probable de que el año que viene hubiera nuevas elecciones en Cataluña. La presencia del president en los actos intentará contrarrestar así también el efecto Colau.
Puigdemont anunció su decisión ayer tras reunirse con los principales responsables de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, las asociaciones que organizan las manifestaciones de la Diada. Este año serán cinco, en diferentes puntos. Colau estará en la de Barcelona y el presidente de la Generalitat en la de Salt (Gerona), la de la provincia en la que reside. También habrá concentraciones en Tarragona, Lérida y Berga (Cataluña central).
En un vídeo publicado en las redes sociales, Puigdemont animó a los catalanes a sumarse a las manifestaciones independentistas. Dijo que los ciudadanos «están convocados a dar apoyo a un proceso que este país necesita para poder tirar adelante». «Yo estaré, como he estado cada año. Y os animo a estar, a llenar las calles», se dirigió a los catalanes el president, pidiéndoles que lo hagan «a la catalana manera», es decir, de forma «pacífica y alegre».
En su mensaje, Puigdemont destaca también otra de las obsesiones del Govern: la de la internacionalización de su causa. De momento no han tenido demasiado éxito y, a pesar de la continua apertura de delegaciones internacionales, se han encontrado la puerta de la UE siempre cerrada. Con la esperanza de que una movilización masiva cambie esa situación, el presidente de la Generalitat insistió: «Tenemos que demostrar, a nosotros mismos pero sobre todo al mundo, que estamos a punto para culminar este proceso que debe convertir a Cataluña en un Estado independiente».
Los líderes de la ANC y de Òmnium se felicitaron de la decisión de Puigdemont. Según ellos, demuestra la «decisión y firmeza» de la Generalitat para alcanzar la secesión, y denota que Cataluña ha dejado atrás la etapa autonómica para adentrarse en la «prerrepublicana». Servirá además para que el problema catalán siga «en la agenda del interés político internacional», un lugar que en su opinión no ha abandonado desde que se inició el proceso soberanista.
Mientras, los independentistas intensificaron ayer la patrimonialización de la novedosa presencia de Colau en los actos. Tanto Jordi Cuixart (Òmnium) como Jordi Sànchez (ANC) destacaron que la presencia de la alcaldesa de Barcelona –una «no independentista», subrayó Sànchez– contribuirá a reflejar la «pluralidad» de la reivindicación. «No hace más que reafirmar el carácter unitario y transversal» de los actos, dijeron, siempre pendientes de transmitir la idea de que el proyecto soberanista es «mayoritario» en Cataluña, y de subrayar que «por primera vez» está respaldado por un Govern que busca la ruptura con el resto de España.
Para los presidentes de la ANC y de Òmnium la participación de Colau también puede interpretarse como una respuesta contra la «ofensiva del Gobierno contra los principios fundamentales democráticos». Utilizó esa expresión para referirse a las palabras de la fiscal general del Estado, que el martes advirtió de que se actuará contra cualquier vulneración de la ley incluso «en los tribunales penales, si fuera el caso».
«Es una barbaridad que alguien tenga el atrevimiento de advertir de los riesgos de la libertad», exclamó el líder de la ANC. Tanto él como su colega de Òmnium admitieron que el ritmo de inscripciones en las manifestaciones de la Diada es inferior al de otros años –hay unos 300.000 participantes censados hasta ahora–, pero se mostraron seguros de que los anuncios de Colau y Puigdemont contribuirán a que muchos ciudadanos se apunten a última hora. También el de Artur Mas, que, despojado de su papel institucional, asistirá por primera vez a unas concentraciones que ayudó como nadie a convertir en masivas en los años en que fue presidente de la Generalitat.
FORCADELL LLAMA A PLANTARSE ANTE EL ESTADO
La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, llamó ayer a plantarse ante los intentos de la instituciones del Estado de que la Cámara catalana se «autocensure» a la hora de realizar determinados debates, en alusión al Gobierno y el TC.
«¿Qué pretenden? ¿Llevarnos a la autocensura? ¿Quieren que los representantes políticos de la ciudadanía tengamos miedo de hablar de según qué temas? Es lo que algunos querrían que sucediera en el Parlament, que se dejara de debatir sobre aquello que les molesta», proclamó.
Según Forcadell, «si nos mantenemos firmes y bien acompañados, pondremos nuestro grano de arena en la construcción de un país mejor, más justo y libre».