Carles Puigdemont ganó ayer cierta tranquilidad para abordar el año de mandato que le queda, según la hoja de ruta de su partido, Junts pel Sí. Pero lo hizo a costa de modificarla, pues, forzado por la CUP, ahora incluye un referéndum de independencia previsto para finales de septiembre de 2017. Los antisistema, que provocaron en junio la convocatoria de la cuestión de confianza que se dirimió ayer, fueron de nuevo el único apoyo que pudo encontrar el jefe del Ejecutivo catalán y no se comprometieron a apoyar los presupuestos.
Además, la CUP se permitió el lujo de no comprometerse con los presupuestos de la Generalitat de 2017. El president los había vinculado a la cuestión de confianza, e incluso había pedido a los antisistema que lo dejaran caer hoy si no están dispuestos a apoyar también las cuentas, que se votarán en unas semanas. Pero la CUP demostró otra vez que no está dispuesto a ser un aliado cómodo: Anna Gabriel dijo que hasta que no vean los números no pueden implicarse en nada.
El ambiente en el Parlament en estos dos días tampoco ha sido el de las grandes jornadas del independentismo. Pese a que el miércoles Artur Mas y otras viejas glorias del mapa político reciente se presentaron en la Cámara para apoyar a Puigdemont, no hubo esta vez concentraciones en la puerta y la euforia que intentaron transmitir desde Junts pel Sí no casaba con lo que estaba pasando en el Hemiciclo. El propio president calificó en varias ocasiones de «escollo en el camino» la cuestión de confianza, que convocó después de que la CUP tumbara los presupuestos de 2016.
Si Puigdemont anunció el miércoles sus nuevos planes –con una frase, «o referéndum o referéndum», que deja mucho a la interpretación–, la oposición no independentista utilizó ayer sus turnos de réplica para denostar esa modificación. Inés Arrimadas (C’s), Miquel Iceta (PSC), Lluís Rabell (Catalunya Sí que es Pot) y Xavier García Albiol (PP) trataron de hacer ver, cada uno a su manera, que la idea está condenada al fracaso.
La líder de Ciutadans le dijo que «ni ahora ni nunca tendrá la autoridad ni política, ni legal, ni social para sacar a Cataluña de España y de la UE». En este punto, leyó declaraciones de altos dirigentes y ex dirigentes de la UE como Joaquín Almunia, Viviane Reding o José Manuel Durão Barroso en el sentido inequívoco de que una independencia unilateral conlleva una expulsión inmediata de la Unión. Y también a las del líder del PNV, Iñigo Urkullu, en la misma línea.
No convenció a Puigdemont, que le respondió que Cataluña es «contribuyente neta» de la UE y que por eso no la expulsarán. «Pero usted mismo, en mayo de este año y en un medio norteamericano, admitió que la UE amenaza con echar a Cataluña si declara la independencia. ¿Por qué lo que dice en inglés no lo puede decir aquí en catalán?», le replicó Arrimadas.
En la misma línea, pero con un tono más desafiante, Albiol espetó al president: «Ni usted ni nadie convocará un referéndum ilegal. ¿Me ha entendido bien?». En cuanto a Iceta, afirmó que «no hay solución posible sin diálogo, pacto y negociación» con el Estado, y que es imposible entablar conversaciones con un «ultimátum» sobre la mesa como el que ha planteado Puigdemont.
El único que mostró un tímido acercamiento con el Govern fue Rabell. Pese a que votó no, el representante de la marca de Podemos en el Parlament emplazó a Puigdemont a explorar una posible agenda soberanista compartida, aunque también chocan en la hipótesis de celebrar un referéndum sin la autorización del Estado.
El intercambio con la CUP fue también interesante. El presidente catalán trató de transmitir cierto enojo: instó a sus socios a no «estropear una oportunidad que puede ser la última» y les afeó que se manifestaran «quemando banderas» durante la última Diada. «Las mayorías estaban en la otra manifestación», dijo, en referencia a la oficial, que fue otra vez multitudinaria.
Pero los antisistema están crecidos después de que Puigdemont dijera en junio que no pensaba negociar con ellos y, en vista de que no puede recurrir a nadie más, se reuniera con ellos hace unas semanas para cerrar su apoyo en la cuestión de confianza. Anna Gabriel no sólo no se comprometió con los presupuestos, sino que cargó contra una UE que «practica la xenofobia y el racismo a escala institucional» e incluso se permitió exponer la pregunta que esperan en el referéndum. «¿Quiere que Cataluña se convierta en una república independiente?», enunció la diputada, en un intento de impedir cualquier ambigüedad.
Los votos de los 62 diputados de Junts pel Sí y los 10 de la CUP sirvieron para que la Cámara renovara la confianza a Puigdemont. Pero el presidente, que accedió al cargo a última hora después de la renuncia de Mas y se encontró con un Govern y una hoja de ruta ya cerrados, no tendrá una travesía fácil. Aunque convenza finalmente a los antisistema de que le aprueben los próximos presupuestos, la envergadura de la misión que se ha impuesto provocará choques con Madrid de alcance aún incierto.