El independentismo no logra extender su perímetro. El gran objetivo de Carles Puigdemont en el debate de política general que arrancó ayer en el Parlament era ampliar los apoyos a su propuesta de referéndum. Toda la presión estaba puesta sobre Catalunya Sí que es Pot (CSQEP), la marca que agrupa en la Cámara a Podemos e ICV. Pero finalmente no habrá propuesta conjunta, y los diputados de Pablo Iglesias y sus socios en Cataluña no abrirán ninguna puerta a apoyar una votación unilateral como la que proponen Junts pel Sí y la CUP.
El presidente de la Generalitat buscaba que 83 diputados avalaran su plan. Durante todo el día hubo negociaciones, pero no sirvieron para que CSQEP se sumara a la propuesta de resolución que Junts pel Sí y la CUP aprobarán hoy, y que anuncia que se convocará un referéndum, con o sin acuerdo con el Estado, el año que viene.
La propuesta, que saldrá adelante sólo con los 72 votos que reúnen las fuerzas independentistas, dice que ese referéndum «vinculante» se celebrará «como muy tarde» en septiembre de 2017, y que tendrá «una pregunta clara y de respuesta binaria». Añade que «en ausencia de acuerdo político» con el Gobierno español, igualmente «se activarán todos los dispositivos legislativos necesarios para llevar a cabo» la votación, y para darle «cobertura legal».
La idea, que no han comprado finalmente Podemos y sus socios, es crear una normativa catalana que sustituya a la española y que dé cobijo jurídico al referéndum. Junts pel Sí y la CUP se comprometen además a organizar la votación «siguiendo los estándares internacionales» y a constituir una comisión de seguimiento de los preparativos. En cualquier caso, Puigdemont no ha explicado aún cómo piensa esquivar el más que seguro veto de las instituciones del Estado a este plan.
En vez de sumarse a esa propuesta, Catalunya Sí que es Pot presentará una propia que no plantea la vía unilateral, sino que busca –en la línea de lo que defiende tradicionalmente el partido– que la Cámara acuerde impulsar «todas las iniciativas políticas y parlamentarias necesarias ante el Estado español» para hacer posible un referéndum. Añade que sería también necesario «el reconocimiento previo de la UE y de la comunidad internacional» para que «tenga efectos políticos y jurídicos», otra condición que aleja la unilateralidad. Para enmascarar su fiasco, es muy probable que Junts pel Sí vote también a favor de este texto.
Puigdemont no logró su objetivo ni siquiera usando un tono conciliador durante toda la jornada. El president había pedido por la mañana a los partidos que buscasen «el entendimiento antes que la confrontación». Se encontró con réplicas de todos los grupos: unos le afearon su «victimismo» y que su plan independentista sea irrealizable. Otros, como la CUP, se enzarzaron con él a cuenta de los presupuestos de la Generalitat, donde existen grandes reservas entre Junts pel Sí ante la idea de los antisistema de subir los impuestos. Las cuentas de 2017 no tienen por ahora garantizada su aprobación.
Estas diferencias se plasmarán probablemente mañana en las votaciones parlamentarias, en las que es previsible que la CUP una sus votos a las de otros grupos de izquierdas que reclaman mayores tasas para las rentas altas. El único pacto que Puigdemont logró con CSQEP fue el de mostrar «apoyo» a Artur Mas y al resto de los encausados por organizar la consulta soberanista del 9-N de 2014.