José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
Morel relata ‘En el huracán catalán’ que los independentistas contaron con la ventaja de la ausencia de una estrategia de comunicación del Gobierno ante los medios internacionales
El Gobierno de Rajoy cayó por la corrupción. Cierto. Pero no solo. También por el envite separatista en Cataluña que no supo controlar políticamente. La lectura de uno de los mejores ensayos sobre el proceso soberanista elaborado por la corresponsal de ‘Le Monde’ en Madrid, Sandrine Morel, acredita esta impresión. El relato se titula ‘En el huracán catalán’ (editorial Planeta) y lleva este subtítulo: ‘Una mirada privilegiada al laberinto del procés’. Y efectivamente, la observación de Morel es privilegiada porque se produce desde una posición desapasionada en la que ella, sin embargo, dice haberse sentido escrutada y juzgada como “nunca” antes. Una presión que no le enajena ni su ecuanimidad ni su sentido crítico, aunque ya adelanta en el prólogo que “el tema catalán es impermeable a la razón”.
La corresponsal francesa afirma que “han intentado imponerme una visión ficticia del pueblo catalán, presentándomelo como si fuese una entidad unida y homogénea, y han tratado de manipularme con determinadas mentiras”. Pero esa no es la constatación más preocupante. Lo es mucho más el testimonio de que “el único que no ha ejercido ninguna presión sobre los corresponsables ha sido el Gobierno español: en general, nos ha ignorado”. En esta línea, la autora desgrana todas las oportunidades en las que el silencio del Gobierno fue aprovechado por el secesionismo desde el encontronazo en 2012 entre Rajoy y Mas a propósito del llamado “pacto fiscal”.
La falta de respuesta del expresidente del Gobierno y la ausencia de criterio político en el manejo de la crisis (capítulo 4º, titulado ‘El silencio de Rajoy’) son proverbiales para Morel, que dedica la tercera parte de su libro a ‘Una periodista en Madrid y Barcelona’. En el apartado ‘la presión a los informadores’ describe episodios incalificables de las maneras y procedimientos que han utilizado los independentistas en la denigración del Estado (“cualquier excusa era buena para transmitirnos la imagen más negativa posible del Estado español”), que llegaron a la “coacción, sobre todo en Twitter especialmente en los meses de noviembre y octubre de 2017” hasta el punto, escribe, de que “cubrir la actualidad catalana ha acabado convirtiéndose en una tarea extenuante”. Y aunque Morel resta credibilidad a los dirigentes catalanes puntualiza que “sin embargo, contaron con una gran ventaja: la ausencia de una estrategia de comunicación por parte de la Moncloa ante los medios internacionales”.
Este último aspecto lo trata la periodista gala en las páginas escritas bajo el epígrafe ‘Corresponsales abandonados’ calificando de “nula” la “atención que prestó el Gobierno español” a estos profesionales. “La estrategia del Gobierno contra los planes secesionistas consistía sencillamente en esperar a que el movimiento se desinflase solo y, al mismo tiempo, en suponer que se produciría una desbandada general por temor a la acción de la justicia”. Nada nuevo. Lo relevante es que aquello que veníamos denunciando los periodistas españoles lo ha comprobado la corresponsal de ‘Le Monde’.
“Al delegar en los magistrados la tarea de dirimir un problema político, Rajoy ha perdido el control sobre él”, escribe en las últimas páginas de su ensayo la periodista francesa. Es una apreciación también cierta. Aunque quizás lo sea mucho más que el Gobierno y su pasividad, esa estúpida creencia de que el tiempo todo lo curaría, siempre fueron por detrás de los acontecimientos, negando las virtualidades de “hacer política”. Y es incuestionable que cuando el presidente cayó censurado y el PP expulsado del poder, se debió, sí, a los cinco apoyos que Sánchez recibió del PNV, pero sobre todo a la movilización de los 17 escaños independentistas (republicanos y exconvergentes).
En la página 148 de ‘En el huracán catalán’ su autora pone en boca de Carles Puigdemont la siguiente afirmación entrecomillada: “Estamos convencidos de que podemos hacer caer a Rajoy”. Y se ha visto que era cierto. La pérdida del control político de la crisis catalana y la ausencia de un discurso de respuesta superior al independentista, transmitieron la sensación de que Rajoy y su Gobierno no ofrecían nada al país sobre Cataluña. Cuando se planteó su censura en el Congreso, esa marginalidad en la que se había instalado el Ejecutivo le mostró aún más débil de lo que ya era por causa de la corrupción en el PP. Ahora Sandrine Morel ofrece unas claves interpretativas del deterioro gubernamental que deberían servir de advertencia al Gabinete de Sánchez.