ABC 24/04/16
· Reproches al presidente catalán en su primer discurso en una fiesta tradicionalmente cívica
El libro, la rosa, las calles llenas… y los políticos a pie de micro. La festividad de Sant Jordi –para muchos la verdadera Diada catalana: menos política y más cívica que el 11-S– es rica en metáforas, fácil recurso para quienes a cualquier lectura le endosan fondo político. El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, no pudo evitarlo, y en el tradicional mensaje institucional con motivo de la fiesta del libro y la rosa se apuntó a la metáfora de trazo grueso. Puigdemont, en su primer Sant Jordi en el Palau de la Generalitat, no estaba para florituras, aunque evitó, eso sí, hacer como Artur Mas en años anteriores, que recomendó a la ciudadanía comprar libros preferentemente en catalán.
Puigdemont, este año, animó a los catalanes a «hacerse oír y hacerse respetar frente a los dragones feroces, que los hay, y muchos, que nos quieren atenazar». Le faltó decir que él sería el caballero Sant Jordi que mataría al dragón Estado, una metáfora, por otra parte, que tampoco es nueva, ya que Mas la empleó otros años. Puigdemont prosiguió con una genérica defensa del catalán: «Nuestra lengua necesita aún una clara defensa, pero esta defensa debe hacerse con argumentos, propuestas, diálogo, comprensión y sobre todo estima hacia todo el mundo». Representantes del PP y de C’s lamentaron que Puigdemont se apuntase a las metáforas para estropear una jornada de tono cívico más que político.
Por si había alguna duda de las intenciones del «president», tras celebrar los tradicionales actos en el Palau de la Generalitat, se dirigió a pie hasta la plaza de Cataluña, donde se reunió con la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y los máximos representantes de la Asociación Nacional Catalana, Òmnium Cultural, la Asociación de Municipios por la Independencia y la Asociación de Municipios de Cataluña. Todos juntos brindaron por la República.
También en su salsa política parecía estar el arzobispo emérito de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, que antes había destacado en su homilía que Cataluña es una «nación acogedora», con «más de mil años de historia», un pueblo «cambiante» a la vez que «permanente» que tiene la voluntad de mantener sus «esencias como nación» y que debe ser un «país fraterno y pacífico». Sistach pronunció la tradicional homilía en la capilla del Palau de la Generalitat con motivo de la festividad de Sant Jordi, en una misa que oficiaba por primera vez por el nuevo arzobispo metropolitano de Barcelona, monseñor Juan José Omella, y a la que asistieron el presidente Puigdemont, miembros del Govern y otras autoridades.
«Hemos sido y hemos de ser siempre aquella tierra bendecida y poblada de lealtad», prosiguió Sistach en un oficio al que también asistieron, además de Puigdemont, el vicepresidente y líder de ERC, Oriol Junqueras, y los consejeros Munté, Comín, Jané, Borràs, Ruiz, Rull y Vila, informa Efe. También los expresidentes de la Generalitat José Montilla (PSC) y Artur Mas (CDC), quien echando en falta el protagonismo del pasado no pudo contenerse y también metió cucharada política. «Llueve sobre mojado, el Estado actúa con insensibilidad social y miopía política, suspendiendo leyes que la gente necesita», apuntó en alusión al recurso del pasado viernes del Gobierno –que actúa con «deslealtad institucional», dijo– contra tres leyes de la Generalitat.
«Bloqueo»
En un clima casi preelectoral, o al menos eso es lo que se intuye, dirigentes como Albert Rivera (Ciudadanos), Miquel Iceta (PSC), Alicia Sánchez-Camacho (PPC) o Xavier Domènech (En Comú Podem) aludieron de manera inevitable a las negociaciones para formar Gobierno. Rivera, por ejemplo, instó de nuevo al PP y a Podemos a que levanten su «bloqueo» y permitan que se llegue a un acuerdo que evite unas nuevas elecciones. Por su lado, Iceta dijo no perder la esperanza, recordando la experiencia catalana, que eligió «president» cuando parecían inevitables los nuevos comicios. A veces pasan cosas «inesperadas», apuntó el socialista. Domènech denunció de nuevo las presiones para propiciar un acuerdo PSOE- PP.
Investidura al margen, todos los partidos, a excecpión de los soberanistas, arremetieron contra Puigdemont, casi tanto por el fondo de lo que dijo como por lo gastado de la metáfora del dragón-Estado. Ninguno, eso sí, resistió la tentación de tomar el símil para llevar el «dragón» a su terreno.