ABC 11/10/16
· Iglesias se compromete con la consulta y a votar contra el suplicatorio del Tribunal Supremo contra Homs por el 9-N
Carles Puigdemont tenía ayer dos citas marcadas en rojo en Madrid: a primera hora, un desayuno informativo para defender su referéndum independentista de 2017 y pedir un pacto al presidente del Gobierno; y más tarde, un almuerzo con Pablo Iglesias, al que quiere atraer como aliado de su estrategia, junto a los antisistema de la CUP y ERC. El líder de Podemos accedió a la petición del presidente de la Generalitat de votar en contra del suplicatorio que el Tribunal Supremo pedirá al Congreso para poder abrir un procedimiento al diputado Francesc Homs (CDC) por la organización de la consulta del 9-N.
Por qué todos los españoles no pueden votar A la pregunta del moderador, Puigdemont respondió con confusión: «¿Usted, como madrileño o español, votó sobre el Brexit?»
En su intervención en el desayuno informativo, organizado por Europa Press, Puigdemont hizo un alegato en defensa de la secesión, el incumplimiento de la ley que se oponga a ese objetivo y el desafío a los tribunales. A partir de ahí, criticó al Gobierno por no querer «dialogar» sobre un plan que ya tiene perfectamente detallado, y aseguró que en cuanto se forme Ejecutivo llamará al presidente para felicitarle y le pedirá hora con el fin de tener una reunión. El «diálogo» que exige Puigdemont tiene su peculiaridad, ya que no admite discrepancias en lo esencial. De hecho, avisó de que «no puede haber solución que se aleje del consenso que hay en Cataluña», y que en su opinión es un referéndum de independencia sí o sí, aunque la Justicia haya sentenciado ya que es ilegal.
Puigdemont pretende pactar ese referéndum con el Gobierno: la fecha, el momento y las condiciones. Pero no admite lo básico, que es la soberanía nacional, la del conjunto de los españoles, la que solo puede decidir sobre el futuro de España, como han señalado los tribunales. Por eso, ante esta pregunta que le hizo el moderador: «Dígame, ¿por qué yo, que soy madrileño, no puedo votar si se va a romper mi país?», la respuesta del presidente autonómico fue esta: «¿Usted, como madrileño o español, votó sobre el Brexit?». En ese mar de confusión se movió todo su discurso.
«Nuestra prioridad es llegar a un acuerdo con el Estado», repitió, a sabiendas de que es imposible, como lo demuestra el antecedente del 9-N, que ha llevado al banquillo de los acusados a su antecesor, Artur Mas. La respuesta del PP a la oferta de diálogo sobre las condiciones del referéndum se la dio de forma inmediata el dirigente popular Pablo Casado: «No, no y no», señaló. Y advirtió de que el Gobierno cumplirá la ley «con firmeza».
En un tono victimista, Puigdemont no ahorró descalificaciones hacia el Estado «de poca calidad» que tiene España, y exhibió sin pudor la dependencia que él tiene de los antisistema para que le aprueben los Presupuestos y poder sobrevivir en su Gobierno autonómico. Cree que ha salido reforzado después de ganar la cuestión de confianza y que su relación con la CUP ha mejorado, hasta el punto de que copia expresiones de ese ámbito, como cuando habla de los impuestos a las grandes fortunas como solución a muchos males sociales. Eso sí, ahí también es capaz de llevar el argumento a su terreno: «La primera gran fortuna que existe en Cataluña es el Estado español». Cuando se le preguntó si estaría dispuesto a negociar y aprobar unos Presupuestos Generales del Estado, afirmó que «estadísticamente» es posible, pero «políticamente», no.
Acercarse a Podemos
En realidad, el Gobierno no necesitaría el voto afirmativo de Convergència (Puigdemont sigue llamando así a su partido), y le bastaría con una abstención. Por si acaso, Puigdemont ya ha puesto precio: el cumplimiento de la Adicional
Tercera del Estatuto, que cifra en unos 3.800 o 3.900 millones de euros, que «se compensen los intereses del FLA», y más inversión en Cataluña.
Pasaban las cuatro de la tarde cuando Pablo Iglesias salía del restaurante «Mr. Frank», a pocos metros del Congreso de los Diputados. Allí acababa de almorzar con Puigdemont. Los tiempos en los que Iglesias pedía «acabar con las reuniones en reservados de restaurantes» parecen haber pasado a mejor vida. El líder de Podemos esperó unos minutos en el restaurante tras la salida del presidente catalán para evitar cualquier tipo de declaración conjunta. Tampoco quiso valorar la reunión, que despachó con un simple «muy bien» al ser preguntado por los periodistas. Lo que pasó durante ese encuentro confirmó a Podemos como el único partido estatal dispuesto a acceder a las pretensiones de los independentistas. Durante el almuerzo, Iglesias reiteró a Puigdemont el apoyo de Podemos al derecho a decidir en Cataluña, aunque la formación morada defiende que la celebración de este referéndum sea pactada con el Estado porque si no «no tendría garantías». El pasado miércoles los diputados de Catalunya Sí Que es Pot presentaron una resolución que pide que se busque «el reconocimiento previo de la UE y de la comunidad internacional para que tenga efectos políticos y jurídicos».