Pedro García Cuartango-ABC
- El cobarde es una persona que no puede dominar el miedo y prefiere eludir sus responsabilidades
El miedo se tiene, la cobardía se elige. Puigdemont eligió la cobardía al escapar en un maletero, dejando que colaboradores como Junqueras fueran a la cárcel. Siempre me ha parecido tan insólito como increíble que el independentismo tuviera un líder que había dejado tirados a sus compañeros. Por muchas coartadas que se puedan esgrimir, la huida de Puigdemont fue una indignidad. No quiso pagar el precio que tuvieron que afrontar los dirigentes condenados por el Supremo.
Ahora el prófugo de Waterloo asegura que va a volver en los próximos días para ser detenido. Habrá que ver si lo que dice es cierto o es un nuevo amago que se salda con nuevas excusas para no pasar por el trance de tener que responder ante la Justicia.
El cobarde es una persona que no puede dominar el miedo y prefiere eludir sus responsabilidades para evitar el castigo. Hay muchos precedentes históricos de gentes que se retractaron para no sufrir el rigor de la Inquisición o la represalia del poder político. Nada más humano que querer salvar la vida.
Hay también numerosos ejemplos de cobardes que se volvieron valientes por la fuerza de las circunstancias. Ahí está la película de Rossellini en la que un delincuente de baja estofa se transmuta en De la Rovere, héroe de la Resistencia.
Puede que Puigdemont quiera aprovechar la ocasión para emular a De la Rovere y convertirse en un mártir del independentismo. Pérdidas las elecciones y cuestionado su liderazgo, el encarcelamiento volvería a convertirle en una figura mítica. Lograría además librarse del estigma de cobarde que daña su autoestima.
Por añadidura, la detención de Puigdemont pondría entre la espada y la pared a ERC, que, si votara la investidura de Illa, quedaría como una fuerza politica colaboracionista con el enemigo y dejaría el monopolio de la causa a Junts.
Todo depende, sin embargo, de la decisión de un dirigente que, hasta hoy, ha demostrado que es mas importante su bienestar en Waterloo que la solidaridad con sus antiguos compañeros. Me imagino la cara de Junqueras cuando Puigdemont da lecciones de moral.
Confieso que estoy intrigado sobre si el líder de Junts va a ser capaz de ser congruente con sus promesas y actuar con coherencia. Apostaría a que esta vez tendrá que cumplir su palabra si no quiere perder todo su crédito. Entre otras razones, porque seguramente no estará mucho tiempo en la cárcel y el Gobierno hallará alguna vía para ponerle en libertad.
Al margen de las consecuencias políticas, la decisión de Puigdemont es fascinante desde el punto de vista humano porque, llegados a este punto, tendrá que optar por convertirse en De la Rovere o seguir siendo un pusilánime. Decía Ambroise Bierce que el cobarde es un ser al que le funciona el instinto de supervivencia. Veremos lo que prima en este personaje.