Antonio Robles, LIBERTAD DIGITAL, 30/3/12
Es hora de que los ciudadanos españoles tomen conciencia de ello y actúen en consecuencia. De lo contrario, a uno le dan ganas de pasarse al enemigo. No porque tengan razón, sino porque quienes la tienen han renunciado a defenderla.
Ya nadie puede llevarse a engaño. En su XVI Congreso de Reus, Convergència Democràtica de Catalunya se ha quitado la careta: «Queremos un Estado propio». Tantos años de disimulo y de construcción de una sociología política a la medida de sus ansias soberanistas, han quedado por fin plasmadas con luz y taquígrafos. Aunque fueron otros los protagonistas, ha sido Jordi Pujol, el gran timonel, su gran inspirador. Durante años ha negado lo que perseguía, mientras se afanaba por construir lo negado. Primero a través de la escuela, y sus políticas de limpieza lingüística, más tarde con la puesta en marcha de medios públicos de comunicación al servicio de la idea nacional, después con mordidas cada vez mayores a la gestión del IRPF, y ahora con el descaro del pacto fiscal vía denuncia del expolio fiscal.
Hay quien definiría esto como la acción de un gran estratega, yo prefiero denominarlo como la obra de un impostor. Desde siempre supo cual era la tierra prometida, como supo también que cada peldaño requería su maduración. Claro lo tenían los suyos ya en los primeros ochenta cuando en las manifestaciones gritaban: «Hoy paciencia, mañana independencia». Engañó a todos, incluso confundió a parte de los suyos, pero no pudo simular con su hijo, Oriol Pujol, hoy secretario general de CDC e independentista. En casa se mama lo que se disimula en la calle.
Algunos siempre lo tuvimos claro, la mayoría prefirió mirar para otra parte, vete tú a saber por qué, entre ellos, todos los gobiernos de España que en su afán por utilizarlo en sus pequeños trapicheos por alcanzar o conservar el poder le agasajaron y le consintieron casi todo. Sin excepción. Creyeron que les servía, cuando era él el que se servía de ellos; y cuando sus presiones fueron escandalosas, prefirieron ceder soberanía para darse la coartada de ganar tiempo y evitar males mayores. Ni siquiera sabían qué era eso de evitar males mayores, pero ellos jugaban a evitarlos y de paso, asegurar sus presupuestos anuales. La prensa cooperaba; no ya la nacionalista, que se da por descontado, también la mal llamada nacional, como el ABC, que jugó a engatusarlo en 1984 nombrándole «Español del año». Quizás esperaban que era fórmula ingeniosa para atraerlo al redil de una España que negaba en cada acto de gobierno. Una de tantas estupideces diseñadas a partes iguales por esa mentalidad confusa del centralismo acomplejado de derechas y el progresista de izquierdas. Entonces se dejaba querer con eso de «hombre de Estado» (¡Cuánto se ha debido reír de tanto aprendiz!). Ahora sabemos que era cierto, solo que del Estado catalán.
Ahora todo está claro, el relevo generacional va desde el presidente del Partido, Artur Más al secretario general, Oriol Pujol, del vicesecretario de estrategia y actual portavoz, Francesc Homs, a Josep Rull, secretario de organización. Todos confesos independentistas. Aunque sin renunciar a la ambigüedad calculada, unos y otros, han escenificado un proceso de rebelión contra las palabras que excitarán los ánimos independentistas reprimidos de su militancia. Sin lugar a dudas, estamos ante una fecha histórica, el 25 de marzo de 2012, pues inicia el proceso mental hacia la ruptura con España. No se entretengan con si es amenaza táctica o real, el efecto emancipador sobre los ciudadanos catalanes la hará real. Josep Rull lo hacía con ambigüedad calculada un día después del Congreso en RAC1 al preguntársele por la diferencia entre la independencia de ERC y la Convergente: Ninguna –respondió- frente a su independentismo impaciente nosotros preferimos una «estrategia gradualista». No fue tan educado el hijísimo Oriol Pujol cuando, para remarcar el rumbo a Ítaca emprendido por su presidente, arremetió contra España para «huir de las aguas podridas que ahogan a Cataluña». ¡Ay si algún dirigente político español escupiese algo parecido contra Cataluña…! Es esa la mayor batalla ganada por su padre. Hoy el nacionalismo es sagrado, y quien se le oponga, un apestado.
En esa línea grosera, añadió: «Queremos legar a la posteridad una Cataluña libre, justa e independiente». ¿Y ahora qué es según el hijísimo…? ¿Esclava, injusta y colonizada…? Frente a ello, la oposición muda, y el ministro de economía de España haciendo manitas con Artur Más en la Generalitat dos días después como si no hubiera pasado nada. Una manera nefasta de incentivar la impunidad separatista.
Amorrados al expolio fiscal después de haber logrado la hegemonía cultural y lingüística, el hijísimo abogó sin complejos por el Estado propio: «Queremos articular la independencia económica sobre la soberanía. El soberanismo, con las gradualidades que haga falta, nos tiene que llevar al Estado propio». En la misma dirección incidió también Mas: «Cataluña quiere los mismos poderes que tiene cualquier Estado» y si no se consiguen reclamaremos «una hacienda propia». Camacho de juegos florales y Rajoy mudo.
El gobierno de la nación no puede obviar el pulso, y sobre todo el acoso contra la legalidad de estos navegantes consentidos y ebrios de épica. La andanada está destinada a allanar el camino al «pacto fiscal» a imagen y semejanza del cupo vasco y navarro. Si el Gobierno de la nación cediese más privilegios económicos, han de asumir que servirán para acelerar el proceso hacia la independencia. La cesión no aplacará, ni retrasará nada, por el contrario, quebrará la solidaridad entre españoles y territorios. Ante eso, el Gobierno ha de aceptar el envite y actuar por una vez como Estado. Un error más, y el proceso será irreversible.
No digan después que no les advirtieron. El mismísimo Jordi Pujol arengó a la militancia en la apertura del Congreso independentista, para que se convirtiera en «la tropa de choque» de cara a una supuesta e inminente «gran confrontación» con el resto de España. Y por si alguien aún sigue en Babia, insistió en que «la transición nacional» de Cataluña «ya es un proceso irreversible».
Se puede tomar a broma, incluso chotearnos de sus excesos épicos, pero si hace 30 años nos dicen que no podríamos estudiar en español en las escuelas de Cataluña o que nos multarían por rotular nuestro negocio en castellano, nadie nos hubiera tomado en serio. Como de hecho así ocurrió. Se advirtió y nos descalificaron de «fachas». Es hora de que los ciudadanos españoles tomen conciencia de ello y actúen en consecuencia. De lo contrario, a uno le dan ganas de pasarse al enemigo. No porque tengan razón, sino porque quienes la tienen han renunciado a defenderla.
Antonio Robles, LIBERTAD DIGITAL, 30/3/12