Isabel San Sebastián-ABC
- Ahora que el viento de los sondeos sopla a favor de la alternativa, Génova le hace el juego a Frankenstein atacando a Díaz Ayuso
Desde que existe el espectro político tal como lo conocemos ahora (comienzos del siglo XX), la derecha española ha tenido por costumbre dividirse, traicionarse y desaprovechar de ese modo las pocas oportunidades de gobernar que le brindaba un electorado claramente escorado a la izquierda, mientras la siniestra no ha desaprovechado ocasión de alzarse con las poltronas, aun a costa de encamarse con sus extremos más radicales, libertididas, enemigos de la nación o partidarios de la violencia. La zurda tiene muy clara su razón de ser y su meta: el poder, sean cuales sean los medios precisos para alcanzarlo. En la diestra los personalismos priman sobre las ideas, las diferencias se imponen a los puntos de unión y la dependencia del
juicio público o, mejor dicho, del publicado, lleva a más de uno a confundir la moderación con el miedo al qué dirán los que nunca les votarán. Lo cual constituye una gran desgracia para el país, porque si algo demuestra nuestra experiencia democrática es que, a la hora de medir el progreso real que traen consigo unos ejecutivos y otros, los autoproclamados «progresistas» pierden con estrépito frente a quienes ellos denominan despectivamente «la caverna». Vamos, que los «cavernícolas» gestionan mucho mejor lo de todos.
Podría remontarme al estallido de ese gran experimento fallido que fue la UCD, tras el cual vinieron tres legislaturas socialistas, pero vayamos a lo más cercano, a la batalla fratricida, absurda y letal que libra el cuartel general popular con Isabel Díaz Ayuso, por una mezcla de celos, inseguridad, machismo, liderazgo mal entendido y pulsión suicida. Precisamente ahora, cuando un Sánchez debilitado se aferra a los comunistas de quienes juró mantenerse lejos, pacta con bilduetarras y paga con nuestro dinero el respaldo de ERC y PNV, Casado, García Egea y algún otro asesor tóxico, centran sus ataques en la presidenta madrileña cuyo triunfo arrollador aupó a todo el PP en las encuestas. Ahora que la Comunidad de Madrid puede presumir de haber resistido mejor que ninguna otra los estragos de la pandemia, mientras el Gobierno, impotente, fracasa en todos los frentes, la dirección nacional del primer partido de la oposición no aprovecha ese contraste para hacer sangre en el adversario, sino que lleva la guerra a casa negando precisamente a la responsable de esa hazaña la presidencia de la formación que condujo a la victoria. Ahora que el viento de los sondeos sopla a favor de la alternativa y obliga al PP y a Vox a buscar cauces de diálogo que hagan posible en el futuro algún tipo de entendimiento, Génova le hace el juego a Frankenstein poniendo en el punto de mira a la dirigente territorial que mejor ha demostrado su capaciad de tender puentes. ¿Quién será el próximo? ¿Feijoó, Moreno Bonilla? A juzgar por la estrategia, cualquiera capaz de ganar y hacer sombra a los que pierden.