Francesc de Carreras- El País
Es esencial restablecer el orden constitucional en Cataluña sin ceder en nada
En enero de 2013, el Parlamento de Cataluña declaró solemnemente, por mayoría, que la soberanía residía en el pueblo de Cataluña. Ahí empezó la fase del catalanismo separatista. Hasta entonces los nacionalistas se habían contenido, fue en aquel momento que hicieron explícita su aspiración última: constituirse en un Estado independiente y soberano.
Ahora bien, ¿es eso lo que realmente pretenden?, ¿los nacionalistas más lúcidos, con más sentido de la realidad, creen que es posible? No lo creo. Si son mínimamente cultos e inteligentes, si tienen alguna idea de economía y derecho, saben que la independencia es imposible por razones jurídicas y es catastrófica por razones económicas. Lo estamos viendo: las empresas huyen y ningún Estado del mundo occidental está dispuesto a reconocer a Cataluña como Estado.
Entonces, ¿qué pretenden? A mi modo de ver, pretenden echar un pulso al Estado, chantajearlo, para ver si llegan a un pacto en el que obtengan determinadas ventajas que aumenten su poder en Cataluña y puedan vender a los suyos, a los que han creído en ellos, el resultado de este pacto como una gran victoria en una batalla en la que era muy difícil ganarlo todo: ya llegará el momento en que eso será posible.
En este momento, con que dieran a Cataluña el estatus de nación, con un trato privilegiado especial; un sistema de financiación con las mismas ventajas del Concierto vasco y navarro, y más competencias, sobre todo en los aspectos económicos e internacionales; si les dieran todo eso, lo considerarían una salida digna. “No es la victoria final, seguiremos luchando por la independencia, pero es un gran paso adelante”, les dirían a los suyos. Por eso solicitan una mediación, clara señal de que están a la defensiva, se han comprometido a algo que no pueden cumplir.
Existe un cierto desánimo entre los contrarios a la independencia de Cataluña. Comprensible pero injustificado. Son los independentistas los que no saben ya cómo seguir adelante. Ahora se invoca que España es un país donde los derechos humanos están sistemáticamente vulnerados, para que se nos considere como Kosovo. Algo que da risa. Y pena. Pero es un último recurso.
Salirse del lío en que estamos será complicado, pero nos saldremos si el Gobierno tiene clara una cuestión fundamental: que lo previo es restablecer el orden constitucional en Cataluña sin ceder en nada, que en esta labor se tienen que utilizar todos los medios legales necesarios, y que una vez cubierta esa fase, si algo hay que reformar, no debe ser para satisfacer a los nacionalistas catalanes sino porque así lo necesitan y acuerdan todos los españoles. Si esto lo tiene claro el Gobierno, la solución no será fácil pero está ya al alcance de la mano.