Pedro José Chacón-El Correo

¿Estaba todo calculado? La entrevista en el diario de referencia de la Transición en España, la reacción automática de Pablo Casado, la rueda de prensa en plena Carrera de San Jerónimo nada improvisada, mirando incluso las notas para desgranar punto por punto una suerte de programa político, basándose en las desavenencias con su presidente. Se podrá pensar que Cayetana Álvarez de Toledo quemó sus naves en este PP, organizando una secuencia insólita que en circunstancias normales solo podría suponer su harakiri político. ¿Pero no resulta demasiado comprensible todo, demasiado plano, tratándose de la política probablemente más autónoma y consciente de todo el panorama político actual? ¿No será que cuenta con apoyos, con base sólida para hacer lo que ha hecho?

¿Estaremos ante la enésima refriega entre aznaristas y rajoyistas, entre convencidos y pusilánimes, entre entusiastas y moderados? ¿O ante otra cosa nueva y distinta dentro del PP? Hacer esto en pleno agosto, con el regreso de la pandemia del coronavirus en su apogeo, con Juan Carlos I instalado en Abu Dabi, con un Sánchez debilitado en extremo, con Vox echado al monte a por una moción de censura imposible, con Podemos perdiendo fuelle cada día, ¿es una pataleta porque el secretario general del partido se mete demasiado con el grupo parlamentario que ella dirigía hasta ahora? ¿O es algo de más calado, más calculado? Demasiadas preguntas sin respuesta, pendientes de una junta del partido a celebrar este jueves, donde se podrá ver cómo está la situación. Si lo que tenemos es un suicidio político o un pulso en toda regla a una dirección nacional que ha optado por la moderación, como en tiempos de Rajoy, pensando que la debilidad de Sánchez le deja un hueco en el centro, como si no existiera Vox, como si no hubiera un montón de gente dentro del PP que está pidiendo otra cosa muy distinta a la que ahora le da el tándem Casado-Egea.

En Euskadi quedan unos cuantos resentidos con ella, por su animadversión con los anteriores dirigentes del PP vasco y sus sonados rifirrafes a cuenta del compromiso contra el terrorismo y de su crítica al foralismo, porque la exportavoz lo consideraba una ruptura de su principio de ciudadanos libres e iguales. Pero los debates que suscitaba eran tan necesarios, tan imprescindibles. Ahora, la dirección del PP nacional se ha buscado un cortafuegos perfecto con su defenestración, tras los resultados electorales del 12 de julio, que dieron un espaldarazo a la política moderada de Feijóo y castigaron la opción constitucionalista de Iturgaiz. Pero si no se distinguen los contextos en que se han dado ambas no se entiende nada.

¿Ante qué estamos en realidad? ¿Ante un pulso calculado o ante un harakiri político? Si fuera esto último la historia se acabaría aquí. Si no, la cosa continuará necesariamente y con implicaciones múltiples que pueden dejar pequeña la confusión en la que hasta ahora estábamos inmersos.