Editorial-El Correo
- Al margen de qué ocurra con la legislatura española, el país camina hacia un ciclo de comicios que no puede ser la excusa para la parálisis
La reapertura de negociaciones -de incierto resultado- con el Gobierno conservador de Alemania para el reconocimiento oficial del catalán, el euskera y el gallego en la UE constituye uno más de los gestos ‘in extremis’ del Ejecutivo de Pedro Sánchez hacia Junts ante el nuevo órdago de los soberanistas. Y, otra vez, el movimiento reactivo reviste de oportunismo y resta credibilidad al compromiso con una cuestión -la pluralidad de lenguas oficializadas como propias en la Constitución española- que habría merecido hace tiempo, como otros tantos asuntos, un entendimiento en clave de Estado. Con el agravante de que el disenso entre el PSOE y el PP, y el hecho de que este sea uno de los precios exigidos por Carles Puigdemont y los suyos para sostener el mandato de Pedro Sánchez, transforma la gestión de ese plurilingüismo en un estandarte exclusivo de los nacionalistas.
El lunes se comprobará fuera de España, en Perpiñán, hasta qué punto este guiño u otros de aquí a entonces hacen mella o no en Puigdemont, atenazado por la necesidad de hacer contantes y sonantes los compromisos que permitieron a Sánchez volver a ser investido presidente hace dos años y por la competencia electoral del independentismo de ultraderecha de Alianza Catalana. Pero por de pronto, la escalada de Junts ha incentivado la sensación de una legislatura fuera de control, en la que el propio presidente del Gobierno, agitando banderas de fondo -Gaza o el aborto- y otras de ocasión -el cambio horario-, emite señales en código preelectoral aun cuando insista en que resistirá hasta 2027.
En todo caso, el país se adentra en un programado ciclo con las urnas en 2026 con dos citas ineludibles -las autonómicas en Castilla y León y Andalucía-, otras dos en el alero -los posibles adelantos en Extremadura y Aragón- y la incógnita, con Puigdemont al fondo, de si habrá generales antes de tiempo. Un eventual anticipo de los comicios extremeños y aragoneses, por la imposibilidad de los populares María Guardiola y Jorge Azcón de sacar adelante sus Cuentas, interpelaría inevitablemente a un Sánchez dispuesto a seguir incluso sin Presupuestos actualizados en toda la legislatura, una anomalía en democracia.
Por encima de las cuitas institucionales y los pulsos partidistas, sería deseable que la extrema polarización que ya soportan los ciudadanos no convierta el legítimo ejercicio del voto en la excusa final para la parálisis.