Luis Ventoso-El Debate
  • El sanchismo está cambiando la Constitución por la vía de los hechos desde el TC y aspira a que su ingeniería social perviva al propio Sánchez

Cándido Conde-Pumpido Tourón, de 75 años y mirada torva, también conocido como Cándido Lo que Haga Falta Pedro, posee un altísimo concepto de sí mismo, inversamente proporcional al valor de su repelente ejecutoria. Ha sido magistrado del Supremo, fiscal general con Zapatero y ahora preside el TC y se tiene por un extraordinario erudito del derecho.

Su problema estriba en que tanta sapiencia se torna estéril cuando quien debe defender el orden constitucional antepone sus filias ideológicas y sus prebendas de cargo a la letra de la ley. Y el viejo y altivo Cándido está dispuesto a retorcer lo que haga falta con tal de cumplir con las consignas de un corrupto mandatario de izquierda populista y ribetes autoritarios, un presidente que en un gran bromazo se denomina a sí mismo «progresista».

¿Por qué está dispuesto el revirado Cándido a enlodar su toga en todos los barrizales de Sánchez, quedando en la pequeña historia de España como el felón que blanqueó al golpismo catalán para entronizar a un presidente sin votos? ¿Lo hace simplemente porque es un hooligan del PSOE? ¿Lo hace porque su rendición le ha permitido seguir chupando de la piragua ya en edad provecta? Carezco de respuesta, pero imagino que será una mezcla de ambas.

Cuando Hugo Chávez comenzó a desmontar la democracia venezolana su llave maestra fueron los tribunales, dando así una falsa envoltura de legalidad a su crecida dictatorial. Sánchez tomó nota (quizá se lo explicó alguna vez su vicepresidente-ficus Iglesias, que conocía la materia de primera mano). Colonizando el TC con una mayoría monclovita y colocando como presidente a un jurista sin escrúpulos era posible ir reescribiendo la Constitución Española a golpe de sentencias y esquivando así el obligado paso por el Parlamento. El objetivo era triple: arreglarle a Sánchez el apoyo de los golpistas de 2017 (Cándido visando una amnistía claramente inconstitucional), limpiar los baldones más oprobiosos del PSOE (Cándido borrando las sentencias de los ERE con un par) y consagrar como ley fundamental la ingeniería social socialista (Cándido convirtiendo en «derechos» atentados contra la vida como el aborto y la eutanasia, oficiada por los propios médicos, cuyo deber es sanar, no matar).

Ya de salida, el taimado Cándido planea un regalo final para Sánchez: convertir las leyes partidistas de Memoria en un derecho constitucional. Es decir, intentar hacer inamovible la lectura maniquea, mendaz y obligatoria de la Guerra Civil y el franquismo que ha impuesto el PSOE bajo pena de multa y cepillándose la mismísima libertad de cátedra.

La idea es que el espíritu del sanchismo perdure incluso si cae Sánchez. Pedro y Cándido creen que dejan todo «atado y bien atado». Pero la última vez que alguien pensó así todo fue desmontado en breve plazo. Esperemos que ahora ocurra lo mismo. Aunque es dudoso que un hipotético Gobierno del PP en solitario tuviese vocación y agallas para revertir el Pensamiento PSOE que nos llevan inoculando desde hace 40 años (con un único y leve oasis en la etapa de Aznar). Ya saben: «Uf, ponerse a cambiar eso ahora es un lío…».