Editorial, ELPERIÓDICO, 17/9/11
La condena de 10 años de cárcel a Arnaldo Otegi por el intento de reconstruir en el 2008 la ilegalizada Batasuna siguiendo, según la sentencia de la Audiencia Nacional, instrucciones de ETA no encaja en el guión previsto para el fin de la banda terrorista. Naturalmente, la justicia es un poder independiente que no debe supeditarse a los avatares de la política, pero sería ingenuo creer que puede permanecer completamente al margen de un objetivo trascendental como es la superación definitiva de la lacra de la violencia en Euskadi.
Otegi, que lleva casi dos años en prisión preventiva por esta causa, se ha pronunciado de forma reiterada por el encauzamiento de la izquierda aberzale por vías exclusivamente politicas, y si bien no ha condenado explícitamente a ETA -el pasado pesa- sí ha proclamado que la banda «estorba». Todo eso parece haber importado poco o nada a los jueces que le han condenado junto a otros cuatro dirigentes de la izquierda radical vasca. No es menor, en este sentido, el dato de la antipatía que la presidenta del tribunal, Ángela Murillo, exhibió hacia Otegi en el juicio.
ETA debe dar el paso de su disolución, y de Bildu se espera más coraje para ese objetivo. Pero de momento la sentencia de ayer contribuye más bien a retroalimentar el victimismo histórico de la izquierda aberzale y a aumentar sus expectativas electorales ante el 20-N. Un viejo aforismo dice que la justicia es ciega, pero eso no es obstáculo para que sea inteligente.
Editorial, ELPERIÓDICO, 17/9/11