TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Meterse en el fango le puede atraer votos de Vox

Ayuso, con las encuestas frisando la mayoría absoluta por el pelo de una gamba, se marcó un show electoralista en su 2 de mayo particular. Sabía lo que se hacía. Meterse en el fango con el Gobierno Sánchez le puede atraer votos de Vox que ensanchen los márgenes apurados de su victoria. Pero también Moncloa sabía lo que se hacía enviando allí a Bolaños a provocar, con la certeza de que era un movimiento ganador: Ayuso puntuaría en Madrid, una plaza que el sanchismo ya da por perdida, pero aquello tendría más rentabilidad para el PSOE en el resto de España, donde la fascinación ayusística está lejos de los esquemas capitalinos, de su lenguaje o su relato. Lo que en Madrid es una zarzuela triunfal, en el resto de España es el elefante de Lakoff para su partido, un marco equivocado. En definitiva, bueno para ella, malo para Feijóo… que es lo que interesa a Moncloa.

Con la lógica fría de la ‘war room’, nadie habría permitido esto. Pero Ayuso actúa bajo otra lógica y se montó esa ‘performance’ de Manuela Malasaña contra el invasor socialista, con la épica en el barro en la que ella sabe manejarse como si bailara sobre puntas de ballet. Pero no deja de ser el barro. Va de suyo que Moncloa no envió a Bolaños allí a ser humillado, sino a retratar a Ayuso como una presidenta despótica capaz de ningunear a un ministro por darse un gustazo. Sólo necesitaban un vídeo de unos segundos para colocarlo en los medios afines y las redes a percutir como una Dillon Aero M134 con sus cincuenta cartuchos por segundo; y allí estaría Bolaños poniendo gesto compungido de víctima de un atropello, repitiendo ante cada micrófono la lección aprendida del Ordenamiento General de Precedencias en el Estado, clamando Real Decreto 2099/1983 como Braveheart gritaba: ¡Libertad!, para denunciar el veto a un ministro de España en la tribuna de la parada militar conmemorativa del Dos de Mayo.

Sánchez está manejándose en la campaña como un depredador, y Feijóo a la defensiva. Ayuso pudo haber toreado ayer a Bolaños descolocándolo con una cortesía abrumadora, agasajándolo como a un Virrey providencial hasta ponerlo en ridículo. Pero le pudo la tentación de una estocada en los medios. Desde que atravesó el patio con una hombrera de alamares toreros, como se atraviesa el ruedo de Las Ventas con el capote de paseo, ya se veía su determinación de salir de allí con dos orejas y hasta el rabo, aunque alguien acabase en la enfermería. Y no precisamente ella. Eso es exactamente lo que había ido a buscar Bolaños al quite, tal como se había diseñado en Moncloa. Sí, juego sucio, provocador, nada inesperado. Ya boicotearon el anterior 2 de mayo con Pegasus y este año, a cuatro semanas de las elecciones, necesitaban volver a reventar la celebración de la baronesa con un plan muy premeditado. Y Sánchez se cobró exactamente las imágenes de abucheos, desplantes y enredos que buscaba. En el resto de España no venden «esto es Ayuso», sino «este es el PP de Feijóo».