LA RAZÓN 08/03/13
EDITORIAL
El acuerdo de gobernabilidad en Cataluña suscrito entre CiU y ERC, con el objetivo declarado de forzar la independencia de esa comunidad autónoma española, incluía entre sus términos una reorientación de la política fiscal del Gobierno catalán, más próxima a los planteamientos de la vieja izquierda, siempre fracasada, que a la de los defensores del libre mercado. Es una de las consecuencias del gravísimo error de cálculo de Artur Mas al adelantar las elecciones, y de su empecinamiento en el desafío separatista. Más grave aún si recordamos el papel decisivo jugado por los republicanos catalanes en los dos gobiernos tripartitos, que han arrastrado a Cataluña a una profunda crisis económica y social, con un déficit público que parece imposible de dominar y sin posibilidad de obtener más financiación externa que la avalada por el Gobierno. Condicionado por sus socios, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha sido incapaz de elaborar el nuevo presupuesto que, en sus líneas generales, incluirá un incremento de la presión fiscal, en perjuicio de las medidas de ajuste y ahorro del gasto público recomendadas por la Unión Europea. Pero dado que los ciudadanos de Cataluña soportan ya la fiscalidad más alta de España, con un tipo marginal del 56 por ciento, sólo superado por Suecia y la isla de Aruba, los ideólogos de ERC han recurrido a la «creatividad fiscal» para incrementar los ingresos. Una de las propuestas es la imposición de una nueva tasa a las bebidas refrescantes «excesivamente» azucaradas, con la excusa del combate contra la obesidad y la mejora de la salud. Este tipo de argumentación no es nueva y suele ir pareja a las razones medioambientales. La Unión Europea, sin ir más lejos, se sirve de la defensa de la salud para imponer barreras arancelarias camufladas a las importaciones cárnicas de terceros países. La realidad es que la Generalitat no tiene otra mira que la recaudatoria, puesto que es de todos sabido que la obesidad es un problema multifactorial, en el que las bebidas azucaradas no tienen el mayor papel. Por el contrario, este es un sector que ha capeado bien la crisis, con decisiones empresariales acertadas como, en el caso de Coca-Cola, la concentración de plantas embotelladoras, y que contribuye a las arcas del Estado con más de 550 millones de euros anuales. Se pretende por parte de la Generalitat, si es que acaba por aprobar el nuevo impuesto, una sobretasación descarada, especialmente lesiva en una región con un tipo de turismo en el que destaca la modalidad de «sol y playa». Al ser dos empresas norteamericanas las más afectadas, no es extraño que la Embajada de Estados Unidos haya hecho una correcta, pero firme, advertencia a Artur Mas. Disparar impuestos al tuntún, como en una barraca de feria, está muy cercano al espíritu asambleario de ERC, pero no parecía que fuera del estilo de Convergència i Unió.