Ignacio Camacho-ABC
- Qué clase de hemiplejía moral puede provocar más ruido con los trajes de Camps que con una malversación en prostíbulos
Mucha, muchísima gente en España sigue creyendo que Francisco Camps, el expresidente de Valencia, es un corrupto que se dejó regalar unos trajes, por barato que ese precio parezca para que un hombre venda su ética. Yo mismo lo creí durante cierto tiempo merecedor de sospecha hasta que un jurado popular y luego el Supremo certificaron su inocencia. (Inciso: no es que lo absolviesen por falta de pruebas sino que dieron por acreditado que pagó de su bolsillo las prendas). Fue investigado en varias causas más, alguna por dos veces, y de todas salió sin condena. Cometió errores graves al rodearse de colaboradores poco recomendables que sí han acabado en la cárcel, y tuvo que asumir responsabilidades que le costaron una carrera institucional y política de proyección brillante. Pero no fue el personaje venal que dibujaron cientos de tertulias televisivas y decenas de portadas de prensa. Simplemente lo convirtieron en carne de cañón y trituraron su reputación por tratarse de un relevante dirigente de la derecha.
Por las mismas fechas en que Camps visitaba al sastre que le arruinaría el futuro, varios altos cargos de la Junta de Andalucía pagaron 32.500 euros en servicios de prostitutas con dinero público. Eran los alegres años de los ERE con su fabuloso dispendio subvencional y sus plantillas repletas de intrusos. Directivos de una fundación oficial llamada Faffe, dedicada a la formación laboral, cargaron sus visitas a varios burdeles a una tarjeta de crédito respaldada por el Presupuesto. No presuntamente: lo hicieron, aunque alegan ante el juez que el gasto fue devuelto. Ayer publicó ABC que la Guardia Civil ha descubierto una estructura de arqueo -ésta sí presunta- para simular mediante facturas falsas un reingreso paralelo. Una operativa en círculo: la cuenta del puticlub se restituía en efectivo y el montante volvía a sus dueños camuflado como dietas, almuerzos y otras operaciones de importe distinto. La UCO ha sumado y, oh casualidad, entradas y salidas cuadran al dedillo. El tribunal decidirá si existe delito pero estos hechos son objetivos.
La comparación entre el impacto mediático y el tratamiento político de ambos casos, el habitual doble rasero, constituye el enésimo ejemplo de un criterio social hemipléjico. Los jueces autonombrados de la moral cívica que lincharon a un hombre judicialmente absuelto guardan hermético silencio ante la evidencia escandalosa de un putiferio sufragado con fondos de promoción del empleo. Camps, como su compañera Barberá -imputada hasta su muerte por blanqueo de… mil euros-, fue linchado con deshonra en una hoguera simbólica. La identidad de los acusados de Faffe permanece a efectos de opinión pública en una burbuja semianónima. Sólo cabe colegir que la diferencia entre una cuestión y otra reside en que a uno le gustaban los trajes caros y a otros las chicas ligeras de ropa.