La trivialización de las interferencias de Putin en la política española esconde un escandaloso interés partidista. Especialmente, con la intervención rusa en el “procés” independentista, “un golpe de Estado en toda regla”, en palabras de la catedrática constitucionalista Teresa Freixes. Cuando, en junio de 2018, cesaron como director de El País a Antonio Caño, el diario dejó de publicar las investigaciones del también cesado director adjunto David Alandete sobre la colaboración descarada del Kremlin con los golpistas. Se producían al mismo tiempo la alianza de Prisa con el sanchismo y el apagón informativo del periódico sobre el intervencionismo ruso. Esa correlación explica mucho sobre la degradación actual de la democracia española.
En el contexto de las acciones de Putin para desestabilizar la Unión Europea, poco podían sorprender los hechos comprobados de intromisión rusa en Cataluña. Todos los servicios de inteligencia importantes tienen informes detallados sobre esas interferencias en apoyo de Junqueras y Puigdemont, como documenta Alandete en su libro Fake News (2019). El East StratCom de la UE o el Centro de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN tienen evidencias para parar un tren. En el Centro de Inteligencia español (CNI), que el gobierno Sánchez ha inutilizado por motivos turbios, están hartos de enviar informes sobre la trama a la mesa del presidente.
Sobre las conexiones de los golpistas con Rusia, una buena pista es Julian Assange, el de Wikileaks, contratado por la televisión de Putin Russia Today y consagrado a reforzar las tácticas del independentismo durante el golpe. Alandete documenta encuentros con activistas del independentismo, como el fundador de Ara, Oriol Soler. El objetivo perseguido era la fabricación mediática de una imagen de violencia policial durante la jornada del referéndum ilegal. El montaje de una mujer con los dedos de una mano -¿la derecha, la izquierda?- supuestamente partidos y difundido por La Vanguardia pasará a la historia de la manipulación informativa. “O triunfa la independencia o hay una guerra civil”, propalaba Assange, cumpliendo con el rol asignado.
En la estrategia militar rusa, la encargada de la manipulación informativa es una división militar más, como las de artillería o las de carros de combate
La táctica se repetía: el activista cargaba el arma y las redes del Kremlin y sus aliados venezolanos (Telesur), iraníes (Hispan TV), Sputnik, etcétera, disparaban. Finalmente, lograban que los grandes medios internacionales picaran y reprodujeran las falsificaciones. Técnicas conocidas de desestabilización rusa contra la UE. El país estaba advertido: “cuidado España, un oso merodea tus bosques”. Putin seguía tácticas escritas de guerra híbrida. En la estrategia militar rusa, la encargada de la manipulación informativa es una división militar más, como las de artillería o las de carros de combate. El “procés” era una pieza excelente para el oso. Desde las redes rusas se lanzaba al mundo “si Cataluña se independiza, 45 nuevos estados podrían surgir en Europa”. Darle credibilidad internacional al golpe, ese era el propósito.
En relación con la política española, con algunos datos, todo se entiende mejor. De la coordinación de la defensa judicial de Assange se encargó el exjuez Garzón; cuando, en 2012, el creador de Wikileaks, acusado de alta traición por la fiscalía de EEUU, se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres, el presidente chavista de Ecuador era el hoy prófugo Rafael Correa, también contratado por Russia Today. Es más comprensible aún, si se revisa la lista de entrevistados en la tele de Putin: Rodríguez Zapatero, Nicolás Maduro, Pablo Iglesias, Monedero, el líder de Hezbolá Hassan Nasrallah, Baltasar Garzón, Ada Colau, Cristina Kirchner o el mismísimo Puigdemont. El mundo es un pañuelo.
El partido de Putin en España no está registrado, pero tiene acreditada abundante actividad e influencia. No se podrían explicar las decisiones más importantes de Sánchez en política exterior sin tener en cuenta el peso en el gobierno de los ministros alineados con las posiciones del bloque geopolítico del que forma parte el dictador ruso. Dos de ellos exhibieron recientemente, como eurodiputados, su militancia antioccidental. Ernest Urtasun y Sira Rego, entusiastas leninistas, votaron contra una declaración del Parlamento Europeo que condenaba los salvajes atentados de Hamas del 9 de octubre, aprobada por 500 votos a favor y 21 en contra. Han justificado su voto por el “derecho a la resistencia” de los palestinos. Después, Hamás felicitó a Sánchez por su apoyo.
Otros que también felicitaron a Sánchez fueron los hutíes, que siguen indicaciones de Irán en su guerra global, junto a Rusia, contra las democracias occidentales. “Valoramos en gran medida la negativa de España a dejarse arrastrar por las mentiras estadounidenses en materia de navegación marítima”, declararon, mientras seguían bombardeando buques mercantes de todo el mundo. Ya puede mentir Margarita Robles sobre las razones del gobierno para negarse a formar parte de la misión naval de la Unión Europea Aspides en el mar Rojo, pero la única explicación es que no podrían debatir y votar en el Parlamento la participación española sin que se evidenciara que los socios neocomunistas están en el otro bando, al lado del oso.
Una vorágine de chantajes
Para seguir gobernando, a pesar de un apoyo electoral decreciente, el Psoe ha recurrido a la estrategia “suma”, ha construido una coalición que obliga a prescindir de proyecto propio de gobierno. Han sometido toda la política española a una vorágine de chantajes, donde la amnistía es la estación actual, no la última. Harán todo lo que sea necesario, incluido presionar a los jueces para que ni se les ocurra buscar alta traición en las conexiones de los golpistas con los enemigos declarados de las democracias europeas. Habrá que preguntarse si esa actitud de quienes tienen la responsabilidad de la Seguridad del Estado, con el presidente a la cabeza, no deberá ser investigada por, precisamente, alta traición.