Editorial-El Correo

Con independencia de la importancia que pueda tener la Organización de Cooperación de Shanghái en el concurso internacional, la participación estelar de Vladímir Putin en este foro le ha servido para cobrar fuerza en un momento crucial en el que crecen las presiones desde Europa para que ponga fin al asedio ruso en Ucrania. A pesar de la orden de detención que pesa sobre él por supuestos crímenes de guerra, Putin ha utilizado la compañía de otras autocracias del mundo en la cumbre para rehabilitarse y hacerlo de la mano del líder chino y anfitrión, Xi Jinping, interesado también en redoblar el pulso con Donald Trump por el liderazgo mundial del comercio. De poco valen las sanciones de castigo por persistir en la invasión de territorio ucraniano, si Rusia logra en su lugar socios tan productivos como China e India, otro de los países participantes, y con ello gana así en impunidad. La amenaza que representa para Occidente volvió a quedar ayer de manifiesto al detectarse interferencias rusas en el vuelo en el que viajaba Ursula von der Leyen con destino a Bulgaria que obligaron a su avión a aterrizar sin la garantía del GPS. Otro inadmisible intento de intimidar a la UE, tras el reciente ataque a su sede en Kiev.