Editorial-El Español

Las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania, con Estados Unidos como ciclotímico mediador que tan pronto humilla a Zelenski en la Casa Blanca como le suplica a Vladímir Putin «parar ya», se han acabado convirtiendo en otra arma de guerra en el arsenal de Moscú.

Un arma que el presidente ruso utiliza para prolongar el conflicto en su beneficio.

La esperanza de paz, que brevemente pareció encenderse con la llegada de Trump a la Casa Blanca y los esfuerzos diplomáticos de principios de 2025, se está desvaneciendo poco a poco.

A pesar del gesto pragmático del alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, que sugirió el jueves estar dispuesto a ceder territorio para lograr una tregua temporal, el camino hacia una resolución del conflicto duradera y con garantías parece cada vez más arduo.

El devastador bombardeo de Kiev del pasado jueves 24 de abril, los asesinatos recientes de dos generales rusos de alto rango (el último, este mismo viernes), las conversaciones de este miércoles 23 de abril en Londres y la reunión de este viernes en Moscú reflejan una cruda y persistente realidad: las negociaciones parecen siempre avanzar un paso… para retroceder luego dos con las acciones sobre el terreno de Rusia y la consiguiente respuesta ucraniana.

Las palabras de los funcionarios rusos han dejado además claro que su compromiso con la paz es, en el mejor de los casos, superficial. En marzo de 2025, el presidente Vladímir Putin afirmó: “Estamos listos para negociar, pero cualquier acuerdo debe reflejar las realidades sobre el terreno”.

La frase de Putin es una nada velada alusión a las ganancias territoriales rusas en Ucrania, y trasluce que Moscú busca consolidar sus conquistas militares aprovechándose de la diplomacia.

El historial de las negociaciones revela también un patrón de tácticas dilatorias por parte de Rusia. En las conversaciones de este miércoles en Londres, Rusia insistió por ejemplo en discutir detalles técnicos menores, como los protocolos de verificación de la tregua en el mar Negro, mientras evitaba comprometerse con un alto el fuego integral.

Según fuentes diplomáticas citadas por Reuters, los representantes rusos también condicionaron cualquier avance al levantamiento inmediato de sanciones, una demanda inaceptable para Occidente.

Esta estrategia permite a Moscú presentarse como un actor razonable ante la comunidad internacional, fingiendo participar de buena fe en las negociaciones, mientras en la práctica sabotea el proceso.

Además, la exclusión de Ucrania de las conversaciones previas en Riad y la reunión de este viernes en Moscú, donde el enviado de Trump, Steve Witkoff, se reunió con Putin sin representantes ucranianos, refuerzan la percepción de que Rusia busca imponer sus condiciones engañando a la administración Trump, no negociar de buena fe.

La coincidencia entre las rondas de negociaciones y las acciones militares rusas no es tampoco casualidad.

Los recientes bombardeos rusos, justo un día después de las conversaciones en Londres, son un ejemplo evidente. Más de 200 drones y misiles impactaron en la capital ucraniana esta semana, matando a doce personas y dejando noventa heridos.

Este ataque no sólo violó la tregua acordada con Ucrania, sino que también envió un mensaje claro: Rusia no tiene ninguna intención real de detener su ofensiva.

El asesinato de este viernes del general Yaroslav Moskalik en Balashija, aunque no reivindicado oficialmente por Ucrania, ha sido utilizado luego por Moscú para acusar a Kiev de “terrorismo”, justificando así una nueva escalada militar.

Con su estrategia de dilación, Rusia busca prolongar el conflicto para agotar los recursos militares y económicos de Ucrania. Porque cada día de guerra debilita a Kiev, que depende del apoyo internacional para sostener su defensa.

La dilación rusa también socava a la comunidad internacional, porque la aparente disposición de Putin a negociar crea fisuras entre los aliados de Ucrania. Algunos países, cansados del conflicto, empiezan ya a presionar a Kiev para que acepte un acuerdo desfavorable, mientras que otros insisten en una “paz justa” de contornos indefinidos.

Las conversaciones del miércoles en Londres y la reunión de este viernes en Moscú han puesto de manifiesto, en definitiva, la asimetría del proceso de paz. Y la propuesta respaldada por Estados Unidos de congelar las líneas del frente y reconocer de iure el control ruso sobre Crimea ha sido criticada internacionalmente por favorecer a Moscú.

La presión de la administración Trump por un acuerdo rápido, sin garantías sólidas para Ucrania, peca de miope. Al anteponer la percepción de un Trump exitoso en el terreno diplomático a la consecución de un buen acuerdo de paz, Washington corre el riesgo de legitimar la agresión rusa y debilitar el orden internacional basado en normas.