Ignacio Camacho-ABC

  • La alianza de progreso sigue sin explicar su miedo a que el pueblo rechace la superioridad moral del bando correcto

Borombombón, borombombón, puto y ladrón, queremos a Perón. Faltó el bombo para que la sesión del Congreso se pareciera a aquellas manifestaciones argentinas donde los descamisados sindicales aclamaban el liderazgo peronista a pesar de admitir su corrupción intrínseca. Eso fue exactamente lo que hicieron los socios que sostienen a Sánchez en precaria mayoría: prolongarle su apoyo tras reconvenirle con la boca chica porque de ninguna manera están dispuestos a ceder el paso a la alternativa. Ni siquiera se molestaron en disimular que prefieren verlo de rodillas para así poder sacarle más prebendas de las que ya tienen concedidas. Nada les conviene más que un Gobierno vulnerable, cercado por la justicia y en manifiesto estado de debilidad política.

El pleno sobre la corrupción del PSOE se convirtió, como era previsible, en un debate contra la corrupción del PP en el que acabó saliendo a relucir hasta la de Felipe González, al que su sucesor le vino a recordar que tampoco está en condiciones de formular reproches morales. Se habló más de púnicos, dorados y bárcenas que de ábalos, koldos y cerdanes. Lógico; era el único pretexto para eludir sin sonrojarse la exigencia de responsabilidades y para que los aliados justificaran ante sus votantes la decisión de absolver al sanchismo de sus pecados veniales, o más bien venales. Provisionalmente, le advirtieron los separatistas catalanes, expertos en malversaciones, sediciones y chantajes.

El presidente se atuvo al guión que le exigía mostrarse compungido. Había calibrado dimitir, mintió, pero luego pensó que un líder como él, acostumbrado a afrontar momentos complicados y a superar peligros, nunca opta por remedios tan sencillos. Así que se ofrece como solución de su propio problema y se queda para que los españoles sigan disfrutando de la bondad providencial de este Ejecutivo tan limpio, encabezado por un hombre de irreprochables principios que ha vivido de los prostíbulos de su suegro «a título lucrativo», como le recordó Feijóo en la réplica más contundente y agria que se le ha oído. A esas alturas los duelistas ya habían dejado los sables para desenvainar los cuchillos.

Lo que nadie explicó en medio del tormentoso combate dialéctico es la razón del miedo a dar la palabra al pueblo. Todo el bando Frankenstein al completo admitió tácita o implícitamente que en caso de elecciones se produciría un vuelco y llegarían al poder los torvos orcos fachas que aguardan más allá del Muro de Hielo, pero quedó sin aclarar qué han hecho mal los orgullosos miembros de la alianza de progreso para que los ciudadanos estén descontentos y deseosos de abandonar la confortable protección del lado correcto. O tal vez sucede que a base de calcar el modelo populista de Perón han terminado por recordar que el marido de Evita también cayó arrastrado por los mismos que le tocaban el tambor. Boronbombón.