Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 6/12/11
Los detalles, iluminadores como son la catadura de los terroristas con los que Zapatero decidió entenderse, resultan menos escandalosos que el gran engaño que se trasladó a la opinión pública.
Hace ya más de cuatro años, en 2007, la vicepresidenta Fernández de la Vega se mostró muy indignada con la publicación, en varios periódicos, de las actas que los de ETA levantaron de la negociación con su Gobierno. Tras el debate causado por las filtraciones veía, naturalmente, «la mano de los líderes del PP», a los que acusó de haber propiciado «un fenómeno nuevo, una situación que nunca antes se había dado en la España democrática, como ha sido la de poner en duda la palabra del Gobierno y de su presidente mientras se daba publicidad, e incluso credibilidad, a la palabra de quienes no la tienen, la de los terroristas». Bien. Ahora es uno de los suyos, y no el último mono, sino el presidente del Partido Socialista de Euskadi, quien publica sus propias actas, cuestiona la intocable credibilidad del Gobierno y confirma que el único fenómeno novedoso que ha habido en la España democrática es el de un Ejecutivo dispuesto a hablar de política con un grupo de criminales.
Ante un puzzle de mentiras y medias verdades como el delproceso de paz, se pierde fácilmente la paciencia que requiere reconstruirlo. Pero los detalles, iluminadores como son la catadura de los terroristas con los que Zapatero decidió entenderse, resultan menos escandalosos que el gran engaño que se trasladó a la opinión pública a fin de que fuera aceptando las concesiones a la banda. El señuelo fue que ETA estaba por dejarlo sin exigir a cambio un precio político. Tal y como se infiere de unas y otras actas, el precio político no cesó de estar sobre la mesa desde el primer hasta el último minuto. El Gobierno lo sabía perfectamente y no sólo se sentó en Ginebra, en Oslo y donde fuera, sino que volvió a sentarse tras el «accidente». No hay manera de negar aquella falsedad primigenia, pero por intentarlo que no quede. Así, como para dorar la píldora, la versión de Txusito y Aizpeolea sostiene que el Gobierno hizo lo que hizo confiado en que se trataba de un intercambio de paz por presos, una renuncia a la justicia y a la ley que, al parecer, entienden más digerible que otras.
No debería haberle salido gratis al Gobierno la negociación política con ETA, pero nunca sabremos si le costó algo. Hay demasiada gente dispuesta a aceptar que el fin justifica los medios. El caso de Eguiguren va incluso más allá, por su mimetización con el entorno de ETA. Que él fuera uno de los pilares del proceso, es una más de las perplejidades que nos lega Zapatero.
Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 6/12/11